De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 695
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Capítulo 695:
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Lenta y deliberadamente, la levantó y apretó el gatillo. ¡Bang! La luz de la pared del fondo se hizo añicos. ¡Bang! Otras dos explotaron. Bajó la pistola y sopló el tenue rizo de humo del cañón como si nada.
Luego, con calma, cogió el teléfono y marcó. «Tres minutos. Mueve el culo aquí», ordenó sin andarse con rodeos.
En tres minutos, una figura alta y sensual apareció en la puerta. Era Besty Webster. Vestida con un elegante vestido negro que se ceñía a su cuerpo, su pecho subía y bajaba con respiraciones entrecortadas después de correr. Estaba impresionante, pero la tensión se adhería a ella como un perfume.
Desde que se había convertido en la mujer de Terrence, Besty nunca lo había visto tan furioso, y menos aún con ella. En su mente, siempre había sido la única mujer a su alrededor, disfrutando de toda su atención. Nunca le había levantado la voz, y mucho menos había permitido que nadie más le pusiera un dedo encima.
En los dos años que llevaba conociendo a Terrence, era la primera vez que le hablaba en ese tono tan duro, y eso la sacudió hasta lo más profundo. Una tormenta de pánico se agitaba en su interior, retorciendo su orgullo y su pánico.
Todo lo que tenía —su lujo, su estatus, su identidad— se había construido sobre el afecto de Terrence. Y ahora todo parecía terriblemente frágil. Sí, adoraba su riqueza y su poder. Pero lo amaba. No podía soportar la idea de perderlo. Sin él, su mundo se derrumbaría.
Con las manos temblorosas, Besty empujó la puerta y entró. Allí estaba él, Terrence, recostado en su silla con una calma engañosa.
Con un cigarro entre los dedos, cada centímetro de su cuerpo irradiaba una autoridad fría. El humo se enroscaba perezosamente a su alrededor, captando la tenue luz, y cada destello se sumaba al encanto de nube tormentosa que lo envolvía. Sus ojos zafiro ardían con una intensidad fría, profunda, glacial, magnética. Atraían la atención, imposibles de ignorar, como si pudieran desentrañar los pensamientos con una sola mirada.
—Terrence… —La voz de Besty flotó en el aire, melosa y cálida. Se acercó a él como una llama lenta, sinuosa y deliberada.
Se deslizó detrás de Terrence en la silla y le rodeó el cuello con los brazos. Sus dedos manicurados bajaron desde su cuello hasta su pecho firme y esculpido. —Háblame. ¿Quién te ha cabreado? —susurró, con voz sedosa y azucarada.
Terrence dio una larga calada a su cigarro, el humo se escapó de sus labios mientras miraba al frente, con el ceño fruncido. No respondió. Su irritación, que ya estaba latente, se intensificó. Besty, con todas sus curvas y su encanto, no se parecía en nada a Christina, excepto por esos ojos y su complexión.
Mientras él se sentaba perdido en sus pensamientos, Besty se deslizó en su regazo sin dudarlo, rodeándolo con los brazos como hiedra, pero aún así, nada.
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Él siguió ignorando a Besty. Su silencio se hizo más denso, las sombras se hicieron más densas y su ceño fruncido se acentuó aún más en su rostro.
Besty no le dio mucha importancia a su silencio. Cuando estaba de mal humor, solía quedarse callado. Ella creía que un poco de calidez podría derretir el hielo de sus venas, que el baile habitual de la tentación y el contacto lo sacaría del abismo. Siempre había funcionado antes. Cada vez que su furia se encendía, sus caricias habían sido el bálsamo que la había calmado.
Confiada, jugó su carta habitual. Con un tirón lento, le tiró de la corbata, acercándolo hasta que sus rostros casi se tocaban. Un puchero, un roce juguetón de los labios, y estaba segura de que se olvidaría de lo que le molestaba.
Pero no se perdió el cambio, la quietud que precedía al estruendo de un trueno. El silencio de Terrence no era ardiente, era volcánico.
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