De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 678
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Capítulo 678:
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De repente, el Rey del Boxeo lanzó un brutal puñetazo directo al cuello de Christina. Ella se echó hacia atrás, retrocediendo varios pasos con gracia felina.
La multitud se inclinó hacia delante, segura de que eso era el final, de que ella estaba superada y a pocos segundos de la derrota.
Pero en un abrir y cerrar de ojos, Christina entró en acción. Utilizó las cuerdas como una honda y se lanzó al aire con una velocidad explosiva.
Su repentino cambio de la defensa al ataque dejó atónito al público y al Rey del Boxeo. No esperaba que ella atacara tan rápido y, cuando se movió para bloquear, ya era demasiado tarde.
El instinto le dijo que el puñetazo iba dirigido a su cara, y levantó la guardia. Pero eso era exactamente lo que Christina había previsto. Su puño se lanzó hacia adelante, no hacia su cabeza, sino hacia su pecho. Un golpe limpio y despiadado.
«¡Ugh…!». El Rey del Boxeo dejó escapar un gemido ahogado al recibir el golpe. Su enorme cuerpo se levantó del suelo y se estrelló con fuerza contra la lona.
Parpadeó, aturdido, e intentó levantarse, pero el dolor le atravesó el cuerpo como un rayo, clavándolo al suelo. Todos sus nervios gritaban. No podía moverse.
—¡Ha derribado al Rey del Boxeo! ¡Lo ha derribado! —gritó alguien, con incredulidad en la voz—. ¡Con un solo puñetazo! ¡Es una locura!
«¡Levántate, maldita sea! ¡Defiéndete! ¡Lo he apostado todo por ti! ¡Lo sabía! ¡Es un combate amañado! ¡No puede ser real!».
«¡Inútil! ¿Ni siquiera puedes recibir un golpe de una chica? ¿Qué clase de campeón eres?». La ira, la confusión y la incredulidad brotaban de las bocas de aquellos que habían apostado contra Christina, y sus maldiciones volaban como puños. El estadio estalló en un caos. Mientras tanto, el puñado que había apostado por Christina prácticamente brillaba de triunfo. Esperaban perder, pero ahora la victoria y una jugosa recompensa estaban justo delante de ellos.
Cuando el árbitro comenzó la cuenta, la tensión se palpaba en el aire. Los que habían apostado por Christina contuvieron la respiración, rogando en silencio al Rey del Boxeo que se quedara en el suelo.
Cuando la cuenta se acercaba a su fin, el grito furioso de Thea rompió la tensión. «¡Inútil! ¡Levántate! Ni siquiera puedes ganar a una mujer, ¿y te llamas el Rey del Boxeo? ¡Levántate! ¡Pedazo de basura! ¡Sigue luchando! ¿Me oyes? ¡Lucha!». Su rostro se contorsionó de furia, con los ojos desorbitados y brillantes.
El Rey del Boxeo yacía tendido en la lona, con el cuerpo negándose a cooperar. Quería levantarse, lo intentó, pero sus miembros estaban pesados y su visión borrosa. El rugido de la multitud se había convertido en un zumbido lejano, ahogado por el dolor punzante que lo recorría.
La cuenta final del árbitro resonó en el estadio subterráneo. Christina había ganado.
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La multitud estalló. Gritos, vítores, saltos, desconocidos abrazándose. Los que habían apostado por ella estaban eufóricos. Contra todo pronóstico, habían ganado el premio gordo.
Thea se quedó paralizada, con los ojos muy abiertos y la boca abierta. Como un globo al que le hubieran sacado todo el aire, miraba al frente con la mente en blanco. «Yo… ¿cómo… cómo ha podido pasar?», murmuró para sí misma, incapaz de aceptar su derrota en la apuesta. ¿Cómo podía un rey del boxeo perder contra una mujer delgada? ¡Tenía que haber gato encerrado!
Thea señaló con un dedo tembloroso a Christina, alzando la voz hasta alcanzar un tono desquiciado. «¡Ha sobornado al rey del boxeo! ¡Eso es! ¡Ha aceptado un soborno y la ha dejado ganar! ¡No hay otra explicación!».
La voz de Thea atravesó el caos como una navaja, y su grito resonó en toda la arena. Los que habían perdido su dinero apostando por el Rey del Boxeo, con el rostro desencajado por la rabia y la incredulidad, comenzaron a lanzar acusaciones. «¡Yo también creo que el Rey del Boxeo aceptó dinero sucio y perdió a propósito! ¡Es imposible que una mujer pueda ganarle limpiamente!».
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