De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 676
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Capítulo 676:
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«Ni siquiera están en la misma categoría de peso. Sus puñetazos probablemente le parecen una brisa al Rey del Boxeo».
«La campeona de entonces tampoco era muy grande, ¿te acuerdas? Aun así, noqueó a un peso pesado con un solo puñetazo. Esa pelea fue legendaria, todavía me da escalofríos. ¿Pero esta chica? No. Ella no es ella. Es carne muerta».
«¿Alguien ha apostado por ella? Si mi amigo hubiera hecho eso, me burlaría de él hasta que nos llevaran a la tumba».
Unos cuantos apostantes silenciosos que habían puesto nerviosamente su dinero en Christina no dijeron nada y se hundieron en sus asientos. Su confianza se había evaporado en el momento en que ella subió al ring. Parecía demasiado pequeña, como si una ráfaga de viento pudiera hacerla volar. ¿Ese dinero? Era como si lo hubieran quemado.
Incluso el Rey del Boxeo se vio sorprendido. Sabía que se enfrentaba a una mujer, claro, pero esperaba a alguien con músculos, quizá con algo de lucha en los ojos. ¿Pero esta chica? Parecía que se partiría por la mitad con solo tocarla. Aun así, esto no era caridad. Le pagaban para dejarla gravemente herida, sin piedad. Ella no saldría de ese ring de una pieza. No si él tenía algo que ver.
El Rey del Boxeo se ajustó los guantes y aplaudió lentamente, cada palmada resonando en el estadio como una advertencia. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro mientras le hablaba a Christina. —Te daré ventaja, ya que eres nueva aquí.
El patrocinador se lo había dejado claro al Rey del Boxeo. Querían que esta mujer quedara destrozada y humillada delante de todos. Él planeaba prolongar su sufrimiento, jugando con ella como un gato con un ratón antes de asestarle el golpe final.
«No es necesario», replicó Christina. Una sonrisa peligrosa se dibujó en sus labios mientras encogía los hombros. «Vamos, adelante. No te contengas».
Los espectadores contuvieron el aliento al unísono, con los ojos muy abiertos por la incredulidad. Los susurros se extendieron entre ellos mientras miraban a aquella mujer audaz.
«¡No tiene ni idea de en qué se ha metido! El Rey del Boxeo le ha ofrecido clemencia y ella se la ha echado en cara».
«Una mujer tan arrogante necesita una lección. Espera. Va a hacer que desee no haber pisado nunca este ring».
«Ser valiente es una cosa, pero ¿sabe pelear? Si no, está cavando su propia tumba. ¡Apuesto a que está acabada antes de empezar! Si sale de aquí con vida, será un milagro».
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Las voces duras de la multitud se estrellaron contra Eloise como olas, y cada palabra cruel le retorcía el estómago. Sus dedos encontraron la mano de Elliott y la apretaron hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
«No te preocupes, Eloise», le susurró Elliott al oído. «Christina no habría aceptado esta apuesta si no supiera que puede ganar».
Aunque las palabras de Elliott sonaban tranquilas y seguras, sus músculos ya estaban tensos, listos para entrar en acción. En el momento en que el Rey del Boxeo supusiera una amenaza real para Christina, destrozaría a cualquiera que intentara impedirle protegerla. Si el dueño de este lugar se atrevía a pensar en retener a Christina, le haría pagar un precio que nunca olvidaría.
«De acuerdo», susurró Eloise. Agarró la mano de Elliott como si fuera un salvavidas y se obligó a respirar lenta y profundamente, aunque el corazón le latía con fuerza contra el pecho.
Arriba, en la plataforma de combate, las luces brillaban como focos en un escenario.
El Rey del Boxeo esperaba gratitud, tal vez incluso súplicas. En cambio, los ojos de Christina no mostraban más que un frío desprecio, y por un instante, eso lo paralizó.
Algo en esa mujer le traía recuerdos, como un sueño a medio recordar que no conseguía enfocar. Esos ojos. Lo miraban como si no fuera nada, recordándole a la misteriosa Reina del Boxeo que había aparecido de la nada y desaparecido con la misma rapidez, dejando solo leyendas a su paso.
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