De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 518
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Capítulo 518:
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Al día siguiente, el asistente de Brendon irrumpió en la oficina, empapado en sudor y con el rostro pálido. «¡Sr. Dawson! ¡Malas noticias, las acciones se están desplomando!».
«¿Qué?», Brendon se levantó de un salto y dio un golpe en la mesa. «¿Qué ha pasado?».
«Están circulando por Internet varias grabaciones de audio sobre el reparto de bienes con su exmujer. La gente le acusa de romper sus promesas y de perder credibilidad…».
El asistente colocó una tableta sobre el escritorio y reprodujo las grabaciones. Los clips de audio captaban a Brendon prometiendo una compensación por el divorcio, seguido de sus comentarios posteriores sobre obligar a Christina a marcharse sin nada más que la ropa que llevaba puesta.
Brendon se puso rojo de ira. Apretó los puños con fuerza. ¡Esa astuta exmujer suya había estado tramando contra él todo este tiempo! Así que era cierto: Christina siempre había estado detrás de la fortuna de la familia Dawson.
«Sr. Dawson, ¿qué hacemos?», preguntó el asistente, temblando.
Brendon respiró lentamente. Su voz se volvió fría. «Envía una notificación legal. Dile que es difamación. Di que las grabaciones son falsas. Cualquiera que las difunda será demandado».
—¡Entendido! —El asistente salió corriendo.
Brendon cogió su teléfono y marcó el número de Christina. Pero la llamada no se conectaba.
—¿Christina me ha bloqueado? —gritó. Le temblaba la mano de rabia. Al segundo siguiente, lanzó el teléfono contra la pared.
Su mente volvió rápidamente a la habitación del hospital: la voz tranquila de Christina, preguntándole una y otra vez si realmente quería dejarla sin nada. Así que había estado tramando su venganza todo este tiempo.
Entonces, unos golpes secos en la puerta.
Brendon respiró hondo y enderezó la espalda. —Adelante.
—Brendon… —Yolanda entró con el brazo vendado y llevando un recipiente humeante—. Te he hecho esta sopa. Todavía está caliente —dijo en voz baja.
Brendon no estaba de humor para distracciones, pero cuando vio el brazo herido de Yolanda y su gesto amable y considerado, no se atrevió a reprenderla. Al fin y al cabo, ella había arriesgado su vida para protegerlo durante el accidente de coche de la noche anterior, y había resultado gravemente herida en el brazo.
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—Déjalo ahí. Lo cogeré más tarde —murmuró, hundiéndose en la silla.
«¿Estás bien?», preguntó Yolanda con delicadeza, acercándose a él.
«Solo es un dolor de cabeza», respondió Brendon.
—Déjame ayudarte —dijo ella, colocándose detrás de él. Sus dedos tocaron sus sienes, cálidos, cuidadosos, reconfortantes—. ¿Mejor? —preguntó en voz baja.
Él cerró los ojos. La tensión comenzó a disminuir. «Sí», dijo.
Sus manos bajaron lentamente, con suavidad, hasta su clavícula. «Brendon, hace tanto tiempo que no compartimos un momento juntos…».
¡Bang!
Los dedos de Yolanda estaban a pocos centímetros de deslizarse bajo la camisa de Brendon cuando la puerta de la oficina se abrió de golpe sin previo aviso, rompiendo el ambiente en un instante. Instintivamente, Yolanda retiró la mano y lanzó una mirada fulminante hacia el origen de la interrupción. Recuperó rápidamente la compostura y suavizó el tono. —¿Pasa algo? ¿Ha ocurrido algo?
El pánico inundó la voz del asistente mientras espetaba: «¡Es urgente! ¡Alguien está comprando las acciones de nuestra empresa a un ritmo alarmante!».
La conmoción hizo que Brendon se levantara de un salto de la silla y golpeara la mesa con la palma de la mano con rabia.
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