De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 486
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Capítulo 486:
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El rostro de Bethel se ensombreció. «Christina no fue expulsada. Simplemente no la merecíamos. Y la casa está a mi nombre. Se la daré a quien quiera. Aunque la donara a una organización benéfica, no es asunto tuyo».
Katie gritó: «¡Dónala a la caridad si debes, pero no a ella! ¡Ella no es familia!». Sabía que su abuela nunca daría la casa a la caridad. Esa vieja casa significaba demasiado para su abuela. Para ella, pertenecía al linaje Dawson, y Christina no tenía ningún derecho sobre ella.
—Ya te lo he dicho. Es mi casa y yo tomo las decisiones. Si sigues así, te desherbaré —espetó Bethel con voz autoritaria. Aún seguía dando guerra y tenía poder en la familia Dawson, pero sus familiares habían empezado a tratarla como si ya no estuviera allí, desafiándola a cada paso. No le habían quitado el poder, pero habían dejado de respetarlo.
Katie gritó: «¡Brendon cubre todos mis gastos! ¿Quién te crees que eres para desheredarme? ¡Y no te queda mucho tiempo! ¡Todo lo que hay en esta familia debe ser para Brendon!».
Bethel sintió un nudo en el pecho. Su rostro se contorsionó de dolor mientras se agarraba el pecho y retrocedía tambaleándose.
«¡Bethel!», gritó Christina, corriendo hacia ella para evitar que se derrumbara.
—Bethel, ¿estás bien? —preguntó Christina en voz baja, con preocupación en el rostro. Bethel asintió lentamente. —Estoy bien —murmuró, respirando con dificultad mientras el dolor en el pecho comenzaba a remitir.
La expresión de Christina se endureció. Se volvió bruscamente hacia Katie, con voz fría y firme. —Katie Dawson, ¡cuidado con cómo hablas! Ese tono es totalmente inaceptable cuando te diriges a tu abuela.
Katie cruzó los brazos, esbozando una sonrisa burlona. —Oh, por favor. Cómo le hablo a mi abuela no es asunto tuyo. ¡No te metas, forastera!
Bethel habló con firmeza antes de que Christina pudiera responder. —Christina es como una nieta para mí. No es una intrusa.
Los ojos de Katie se encendieron de furia. —¡Has perdido la cabeza! ¡La edad debe de haberte alcanzado y haberte trastornado la mente!
Sin pensarlo, Bethel levantó la mano y abofeteó a Katie en la cara. Un silencio atónito se apoderó de la habitación.
Bethel nunca había levantado la mano a sus hijos ni a sus nietos. La bofetada la sorprendió tanto a ella como a Katie. Le dolía la palma de la mano y solo podía imaginar cuánto más le dolía a Katie.
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«Katie…», comenzó Bethel, dando un paso adelante, con la voz temblorosa. «Lo… lo siento, no quería…».
Pero Katie, impulsada por la rabia, empujó a Bethel con fuerza antes de que pudiera decir otra palabra.
El empujón fue inesperado. Christina no esperaba que Katie fuera tan brusca, sobre todo con una anciana. Un grito agudo de dolor escapó de los labios de Bethel al caer al suelo.
Christina corrió a su lado. «¿Me oyes?».
«Estoy bien, no te preocupes…», comenzó Bethel, pero su frase se apagó. Sus ojos se pusieron en blanco y se desplomó, inconsciente.
—¡Bethel! ¡Bethel! —gritó Christina, presa del pánico. Dudó si tocar a Bethel, por miedo a empeorar la lesión. Con los huesos frágiles y el cuerpo delicado de Bethel, una caída así podía ser grave, incluso una fractura.
Katie se quedó paralizada, con la mirada perdida. El pánico y la culpa la invadieron. No había sido su intención causarle un daño grave. Solo había sido un empujón. ¿Cómo había llegado a esto?
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