De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 477
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Capítulo 477:
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No podía explicar por qué, cuando estaba en presencia de Dylan, su cuerpo liberaba toda la tensión. Después de años preparándose para el peligro, el descanso ininterrumpido se había convertido en algo desconocido. Pero junto a Dylan, el sueño llegaba rápidamente, profundo, sin sueños, tranquilo. Quizás eran las secuelas de haber sobrevivido a los disparos y al caos lo que la condicionaba a permanecer siempre medio alerta. Sin embargo, durante esos momentos cerca de Dylan, por fin podía relajarse.
—Lo haré —respondió Dylan, aunque en su interior no tenía intención de despertarla. Si volvía a quedarse dormida a su lado, la llevaría de vuelta sin despertarla.
—Después de la cita de hoy, volveremos a Dorfield —dijo Christina, cambiando de tema.
—De acuerdo —murmuró Dylan, con indiferencia. La idea de Brendon en Dorfield le hizo fruncir el ceño. ¿Cuándo desaparecería por fin ese patético personaje de su vida? Si no le hubiera preocupado tanto molestar a Christina al entrometerse, ya habría tomado medidas para borrar el nombre de Dawson del mapa. Brendon no era más que una molestia constante.
Llegó la tarde. La luz del sol bañaba el aparcamiento del hospital cuando Christina llegó, justo unos instantes antes de que un llamativo coche deportivo entrara a toda velocidad y se detuviera en una plaza cercana.
La puerta, decorada con elaborados diseños angelicales, se abrió de golpe y salió alguien inconfundible. Era Robin.
—Mira quién ha llegado, pequeña —bromeó Christina, saludando con la mano mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.
Robin frunció el ceño al oír el término que ella había utilizado, claramente molesto. Aunque era unos años menor que ella, esa etiqueta le irritaba, provocándole una oleada de enfado que no podía reprimir.
En segundo plano, la presencia típicamente fría de Dylan se suavizó ligeramente, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. La satisfacción brilló en su mirada. Quizás había pensado demasiado en ello antes, quizás Christina no sentía ningún interés romántico por Robin, un hombre mucho más joven que ella. Aun así, se mantuvo alerta ante cualquier hombre que se acercara a ella, aunque fuera un insecto zumbando demasiado cerca.
—¡Deja de llamarme así! —espetó Robin, incapaz de ocultar su irritación. Sabiendo que Christina regresaba a Dorfield, había hecho el viaje solo para despedirse, pero su tono burlón le había agriado el humor. Ella sí que sabía cómo molestarle antes de marcharse.
Robin avanzó con un resoplido petulante. —No te molestes en volver cuando te vayas.
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—Como si pudieras impedírmelo —respondió Christina, poniendo los ojos en blanco con divertida rebeldía—. Kitaso no te pertenece.
La expresión malhumorada de Robin lo hacía parecer un niño enfadado, y Christina se sintió divertida al pensarlo. Quizás tener a un chico más joven cerca solo para burlarse de él no era tan malo.
—Lo digo en serio. No te acerques —murmuró Robin, con palabras llenas de petulancia y obstinación.
—Claro, como quieras. De todos modos no pensaba volver —respondió Christina encogiéndose de hombros, accediendo inesperadamente.
Robin parpadeó, atónito por su respuesta. Había dado por sentado que ella discutiría, pero ahora, ante su repentina aceptación, vaciló, deseando en silencio poder retirar lo que acababa de decir. Pero hacerlo sería vergonzoso.
Con una suave palmada en el hombro, Christina sonrió. —Gracias por venir hasta aquí, a pesar de que te he hecho pasar un mal rato.
—¡Tú! —Robin frunció el ceño, distraído por sus palabras—. ¡No habría venido si mi abuelo no hubiera insistido!
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