De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 476
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Capítulo 476:
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Se había acostumbrado a ayudar a Dylan con sus vendajes, siempre con cuidado de no rozarlo por miedo a que la echara. Dylan tenía fama de ser un germofóbico, aunque parecía hacer una excepción con ella. Cuando la llevaba a casa o cuando ella lo tocaba por accidente, nunca parecía molesto.
Mientras Christina empezaba a cambiarle las vendas, sus pensamientos divagaban. Su mano rozó accidentalmente el pecho de Dylan y rápidamente la retiró.
Dylan la había estado observando en silencio y, cuando se dio cuenta de lo rápido que se había apartado, frunció ligeramente el ceño. Cada vez que ella le ayudaba con las vendas, actuaba con mucha cautela, temerosa de tocarlo accidentalmente. ¿De verdad le incomodaba tanto estar cerca de él?
El pecho de Dylan se retorció con un dolor agudo y ácido, como si hubiera tragado algo que le quemaba al bajar. Una profunda sensación de tristeza lo envolvió, y el espacio que lo separaba de Christina le pareció un abismo imposible de cruzar. Quizás Christina aún se aferraba al recuerdo de Brendon, incapaz de romper ese vínculo que aún perduraba.
Dylan suspiró en silencio y luego inhaló para calmarse. No importaba. El camino por delante era largo, lo que le daba margen para cambiar de rumbo. Poco a poco, se abriría paso en el corazón de Christina, eclipsando por completo a Brendon. Con el tiempo, incluso el más leve recuerdo de Brendon se desvanecería de su alma.
—Lo siento, me he distraído —murmuró Christina, ligeramente avergonzada.
—No te preocupes —respondió Dylan en voz baja. Su rostro permaneció impasible, aunque un ligero pinchazo persistía bajo la superficie. ¿Quién había acaparado sus pensamientos en ese silencio? ¿Era Brendon otra vez? ¿Qué hacía que ese idiota, alguien que nunca la había valorado, mereciera un lugar en su mente?
Solo esa idea hizo que el rostro de Dylan se nublara y su mirada se oscureciera con una silenciosa hostilidad. Si Brendon estuviera allí, la sola mirada de Dylan bastaría para destrozarlo.
—¿Sigo? —preguntó Christina vacilante. Notó el cambio en su expresión, un atisbo de tensión, tal vez incluso de furia.
—Sí, por favor —respondió él.
Su tono vacilante provocó en él una mezcla de frustración y resignación, y la dureza de su mirada se suavizó.
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Christina volvió a centrar su atención en la tarea y preguntó con delicadeza: «¿Te sigue doliendo la herida?».
Él quería decir que no, pero las palabras cambiaron de rumbo. —Duele.
«¿Te duele mucho?», preguntó ella, frunciendo el ceño. Según su experiencia tratando a pacientes, a menos que Dylan se hubiera forzado la herida, no debería dolerle en ese momento.
—Sí —respondió él con frialdad, ocultando la falsedad tras un tono indiferente.
—Pero lo he comprobado yo misma, no parece que haya empeorado —dijo ella, desconcertada. Entrecerró los ojos y lo estudió—. ¿La has forzado otra vez?
Abrió la boca para negarlo, pero se detuvo. —Quizá cuando te llevé anoche, empujé demasiado fuerte.
—Deberías haberme despertado —dijo ella en voz baja, con el rostro demudado por el remordimiento—. Si sigues forzándola, podría empeorar.
«Fue un tirón leve, nada grave», respondió él con tono tranquilo, sin dejar traslucir nada.
—La próxima vez que me quede dormida, no dudes en despertarme —dijo Christina con preocupación. Mentalmente, se propuso no volver a quedarse dormida a su lado.
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