De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 418
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Capítulo 418:
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«Nunca he sido la razón. Y para que conste, visitaré a Kitaso cuando me dé la gana. Tú no tienes nada que decir al respecto», respondió Christina.
Su última frase tocó un punto sensible, haciendo que Robin se enfadara. Ella tenía razón: él no tenía autoridad sobre sus decisiones. Pero oírlo le molestaba.
«¡No te hagas de ilusión! ¡Me importas un comino!», espetó Robin. «¿Quién te crees que eres? ¡No significas nada para mí!».
«Tienes toda la razón, no lo soy. Adiós», dijo Christina mientras se daba la vuelta y se alejaba con paso firme.
Su falta de réplica mordaz pilló a Robin completamente desprevenido. Se quedó paralizado, mirándola desaparecer en la distancia. ¿Por qué ese cambio tan repentino? Ni siquiera se molestó en discutir después de haber sido acusada. Eso no era propio de ella.
Una sombra de duda se apoderó de los ojos de Robin. Se frotó la sien y frunció el ceño. Algo no estaba bien. Ella estaba actuando de forma demasiado extraña. ¿Era otra estratagema? Quizás estaba tratando de ganarse a su abuelo para obtener el visto bueno para casarse con él y luego reclamar el papel de la próxima matriarca de la familia. La idea le puso los pelos de punta.
Apretó la mandíbula y dio un paso adelante para enfrentarse a ella. Pero justo cuando levantó la cabeza, vio que varios rostros desconocidos la bloqueaban.
Christina se vio obligada a detenerse, con la mirada tan afilada como el acero, mientras se fijaba en el trío que tenía delante.
—¡Mamá, papá! ¡Es ella! ¡Ella es la razón por la que soy estéril y sufro disfunción eréctil! —Balfour señaló con el dedo, con la voz cargada de veneno. Su mirada era salvaje, como si fuera a destrozar a Christina si tuviera la oportunidad.
Moss se quedó atónito, con la incredulidad reflejada en su rostro. La mujer que había arruinado el pene de su hijo no era otra que la deslumbrante mujer con la que quería acostarse.
—¡Criatura malvada! ¿Qué derecho tienes a hacerle daño a mi hijo? —Alexa se abalanzó con rabia ardiente, con la mano lista para golpear a Christina.
Cegada por la furia, Alexa olvidó que la mujer que tenía delante había derrotado ella sola a dos hombres adultos. Como era de esperar, la mano de Alexa nunca alcanzó su objetivo. Christina la interceptó en el aire sin esfuerzo, con un agarre como un tornillo de banco.
—No supiste criar a tu hijo. Yo solo llené el vacío —dijo Christina con frialdad, con el rostro desprovisto de emoción.
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Alexa intentó soltar la mano, pero fue en vano. Era como si intentara liberarse de unos grilletes de hierro. La fuerza con la que Christina la agarraba era aterradora.
El miedo se apoderó del pecho de Alexa. Miró de reojo a su marido, desesperada por ayuda. —Cariño…
Pero en cuanto Alexa se giró, se quedó paralizada. Moss estaba mirando a Christina, no con ira, sino con un deseo descarnado, con los ojos prácticamente en llamas.
Alexa sintió un vuelco en el estómago. Había soportado sus infidelidades antes y había luchado contra otras mujeres por él más veces de las que podía contar. Sin embargo, nunca había sentido esta inquietud, un temor que le arañaba los huesos. Su hijo, que había sido su única y más valiosa baza, había sido destrozado por la misma mujer que ahora atraía la atención de su marido como un imán.
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