De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 408
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Capítulo 408:
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Pero el conductor, al presenciar este pequeño y inesperado gesto, se quedó completamente desconcertado.
El conductor nunca había visto a Dylan actuar con tanto cariño. Si no hubiera estado completamente sobrio, habría dudado de sus propios ojos. ¿Era realmente el mismo Dylan que había conocido toda su vida?
Dylan se acomodó en el asiento trasero junto a Christina y, una vez que ambos estuvieron sentados, el motor rugió y el coche se puso en marcha suavemente.
«Voy a echar una cabezada», murmuró Christina, recostando la cabeza y dejando que sus párpados se cerraran como cortinas de terciopelo.
El sueño la envolvió como una marea tranquila, profundo e imperturbable, como si siempre pudiera relajarse por completo y sentirse segura en su entorno con solo estar cerca de Dylan.
Christina dormía profundamente, con la cabeza acercándose muy lentamente hacia Dylan, atraída como por la gravedad. Unos instantes después, descansó sobre su hombro.
Dylan se tensó, sin saber si respirar o quedarse inmóvil. Se quedó allí sentado, tenso como un cable, temeroso de que el más mínimo movimiento pudiera despertarla.
Entonces, el coche dio una sacudida inesperada. Christina, recostada tranquilamente contra Dylan, se inclinó hacia delante. Él reaccionó por instinto, sujetándole la barbilla con ambas manos antes de que se inclinara demasiado.
Dylan se preparó para que Christina se despertara, pero en lugar de eso, ella solo murmuró algo suave y vago antes de volver a sumirse en el sueño.
Con cuidado, Dylan la acomodó, dejándola caer suavemente sobre su regazo y dejándola descansar allí. Su mano se cernía sobre ella en silenciosa protección, lista para sostenerla si otra sacudida repentina sacudía el coche.
La miró, y la fría indiferencia de sus ojos se derritió bajo el borde de sus pestañas. Le apartó un mechón de pelo y sus ojos se suavizaron con una emoción demasiado extraña para nombrarla. Se quedó inmóvil, como si incluso cambiar el peso de su cuerpo pudiera romper la quietud.
El conductor observó discretamente a Dylan varias veces por el espejo retrovisor, visiblemente atónito. Que Christina pudiera ablandar a un hombre como Dylan era casi increíble. Tenía que ser la futura esposa de Dylan.
Cuando el coche finalmente entró en el aparcamiento del hospital, el conductor bajó la voz y preguntó: «Señor Scott, ¿debo despertar a la señorita Jones?».
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«No es necesario», respondió Dylan con frialdad.
El conductor salió rápidamente y abrió la puerta del coche. «¿Llamo a una enfermera para que lleve a la señorita Jones arriba?».
—No es necesario —rechazó Dylan una vez más, con la clara intención de llevar a Christina él mismo.
—¡Sr. Scott! —exclamó el conductor alarmado, apresurándose a detenerlo—. Su herida no ha cicatrizado completamente. Si lleva a la Srta. Jones, podría volver a abrirse. El estado de Dylan le permitía caminar distancias cortas, pero cualquier esfuerzo era arriesgado. Llevar a alguien en su estado podía empeorar fácilmente su herida.
—Puedo hacerlo —dijo Dylan con tono seco, levantando a Christina en brazos sin pestañear. Se dirigió hacia el hospital con calma y determinación.
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