De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 4
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Capítulo 4:
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Con un rápido tirón, Christina liberó su muñeca del agarre de Brendon, con los ojos entrecerrados y la voz aguda. «Inténtalo de nuevo y te arrepentirás de haberme puesto un dedo encima».
En lugar de retroceder, la irritación de Brendon se desbordó. No podía explicarlo, pero sentía que el control, algo que siempre había dado por sentado, se le escapaba de las manos. «¡Este lugar no te pega!», espetó con voz fría. «No necesitas disfrazarte solo para que te mire».
Eso hizo reír a Christina, una risa aguda, sin humor y llena de desprecio. —Vaya. ¿Crees que esto es por ti? No te hagas ilusiones. Hemos terminado. No tienes nada que decir, por mucho que creas que sí.
«¿De verdad es eso lo que quieres?», preguntó Brendon, con la mirada fija y penetrante. «¿Borrar todo así, sin más?».
—¿No quieres lo mismo? —replicó Christina con frialdad—. No lo olvides, ya estamos divorciados.
La mano de Brendon se crispó y, antes de poder detenerse, volvió a intentar agarrarla. Pero ella fue más rápida. Con una bofetada seca, le apartó la mano.
—¡Mierda! —Brendon retrocedió, agarrándose la muñeca, con la furia brillando en sus ojos.
—¿Estás loco?
—Si lo estoy, al menos no estoy delirando —dijo Christina con indiferencia, desviando la mirada hacia su entrepierna y volviéndola a levantar con una sonrisa burlona—. Aunque quizá deberías hacerte revisar por si tienes algún problema funcional.
La rabia se apoderó de su rostro. —¡Qué boca más sucia tienes!
—Agradezco el cumplido —respondió Christina encogiéndose de hombros, completamente imperturbable.
La ira de Brendon se intensificó aún más. —He venido aquí para advertirte porque no quería verte estrellarte. Pero si esto es lo que quieres, adelante. Haz tu desastre. Yo he terminado de intentarlo.
Sin decir una palabra más, Brendon se dio media vuelta y se marchó furioso, con la frustración resonando en cada paso.
La transformación de Christina no había pasado desapercibida. Aun así, en su mente, no era más que un intento llamativo de llamar su atención.
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Al otro lado de la sala, más de un hombre no podía dejar de mirarla, con los ojos fijos en Christina como si fuera una presa. Ella les devolvió la mirada con tanta intensidad que podría haber cortado el cristal, y toda la audacia que tenían se desvaneció en un instante. Todos se quedaron paralizados. Cualquier fantasía que se hubieran estado imaginando se esfumó antes incluso de tomar forma.
Nadie en ese bar olvidó lo que había sucedido antes. Los insensatos que se atrevieron a tocarla quedaron destrozados; uno de ellos, literalmente, vio destruida su virilidad. Nadie se atrevió a volver a intentarlo. No después de presenciar aquel brutal recordatorio.
En otro lugar, dentro de una sala privada e insonorizada, alejada de la multitud, dos hombres observaban en silencio el alboroto.
Dylan Scott se recostó en su silla y entrecerró los ojos cuando la llamativa Christina se alejó del lugar, con su presencia atrayendo todas las miradas como si fuera un imán. Algo en ella le trajo a la mente un nombre que no había pronunciado en voz alta en años: Rose. La mujer enmascarada que casi había destrozado su orgullo en aquella competición de tiro cuatro años atrás. Aún podía recordar el brillo de sus ojos detrás de la máscara.
—Tiene garra —comentó Ralphy Graham, amigo de Dylan, con la mirada fija en Dylan—. Si Brendon se metiera con ella, acabaría comiendo polvo.
La tranquila autoridad de la postura de Dylan era innegable. No necesitaba hablar para hacer sentir su presencia, su energía lo hacía por él. Ralphy captó el destello de interés en los ojos de su amigo y dijo: —No me digas que ha roto ese muro de hielo que tienes. ¿Estás pensando en ir tras ella?
Un cambio en la expresión de Dylan enfrió el ambiente. —Lo único que me importa es encontrar alguna pista sobre King —dijo con tono neutro.
Ralphy frunció el ceño. —¿Todavía nada?
Dylan frunció el ceño. —Ni rastro.
—Es como si King hubiera desaparecido de la faz de la tierra —dijo Ralphy, con un tono de frustración en la voz—. Pero King es el único que puede tratar a tu hermana. Eso no ha cambiado.
Al oír esas palabras, Dylan apretó con fuerza el vaso. —Exacto. Por eso seguiré buscando, sin importar cuánto tiempo me lleve. —Sin pausa, se bebió todo el contenido del vaso.
Un timbre estridente atravesó la habitación, rompiendo la tensión.
Sin perder el ritmo, Ralphy cogió el teléfono y respondió, aparentando estar tranquilo al principio. Pero en cuestión de segundos, esa calma se hizo añicos. Sus ojos se iluminaron con una repentina excitación eléctrica y se enderezó.
Dylan arqueó una ceja, con voz firme. —¿Qué puede ser para que te alteres así?
La llamada terminó con un golpe seco. Ralphy se volvió hacia él, sin aliento, incrédulo. —¡Es sobre King! ¡La competición de tiro!
La confusión se reflejó en el rostro de Dylan. —¿De qué estás hablando? No esperaba que el nombre de King estuviera relacionado con una competición de tiro.
Ralphy le explicó, casi sin aliento: —King acaba de publicar un comunicado. El campeón de la competición de tiro de la semana que viene tendrá la oportunidad de recibir tratamiento, sin fecha de caducidad, solo tiene que cumplir las condiciones de King.
Ralphy casi saltó de su asiento. La competición que él presentaba se había convertido en el evento más importante del año gracias al anuncio de King.
«¡No puede ser! ¿En serio?». Dylan se inclinó hacia delante, bajando la voz, pero con un tono cortante. «Repítelo».
Con total seguridad, Ralphy dijo: «Quien gane la competición de tiro ganará una sesión de tratamiento con King. Y Dylan, tú has estado en lo más alto de la competición de tiro durante tres años seguidos bajo el alias de Dillan. Si alguien se va a llevar ese premio, ¡ese vas a ser tú!».
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