De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 388
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Capítulo 388:
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Una carcajada se apoderó de Yvonne, más fuerte que antes, alimentando la oscura emoción que sentía en su interior. Nada le deleitaba más que imaginar cómo se desmoronaba la vida perfecta de Christina.
Pronto, el coche se detuvo frente a un hotel y los dos hombres llevaron a Christina, «inconsciente», a una habitación, con Yvonne siguiéndoles los pasos.
«Aquí tenéis vuestra recompensa. Ni una palabra a nadie, ¿está claro?». Yvonne miró a los dos hombres con una mirada amenazante.
—¡Por supuesto! Sabemos mantener la boca cerrada —respondió uno de los hombres sin dudar.
«¡Claro, claro! Puedes contar con nosotros. Nadie se enterará de esto», afirmó apresuradamente el otro, esbozando una sonrisa aduladora.
Yvonne transfirió el resto del pago a su cuenta bancaria.
«Si vuelve a necesitar nuestra ayuda, señorita Jones, solo tiene que decírnoslo», sugirieron los dos hombres, ansiosos por volver a colaborar.
Yvonne respondió con aire de superioridad. «Ya veremos. Ahora marchaos».
«Por supuesto, nos vamos». Los dos hombres salieron apresuradamente de la habitación, eufóricos y charlando entre ellos.
Una vez que la puerta se cerró, el silencio se apoderó del espacio: solo quedaban Yvonne y Christina, «inconsciente».
Yvonne se deslizó hacia la cama y se sentó en el borde, con una sonrisa maliciosa mientras acariciaba la mejilla de Christina. —Christina, ¿adivina qué? Moss llegará pronto. Estoy segura de que se encargará de que lo disfrutes.
«Christina, ¿qué tal si disfrutas de un rato a solas con Moss?», ronroneó Yvonne con una sonrisa falsa. «A partir de esta noche, serás su mujer. Y gracias a ti, la familia Jones está a punto de alzarse con su nombre».
Yvonne quiso soltar una risa triunfante, pero algo la detuvo: una tos repentina y desagradable. Surgió de la nada, fuerte y áspera. Se le enrojecieron las mejillas, se le oprimieron los pulmones y no podía respirar.
Cuando la tos finalmente amainó, se sintió muy mareada. Todo su cerebro parecía sacudido, como si alguien le hubiera dado una paliza. Se llevó una mano temblorosa a la frente, apenas manteniéndose en pie. Las piernas le temblaban. Se tambaleó hacia delante como si estuviera borracha. ¿Qué estaba pasando? La cabeza le daba vueltas como un tiovivo y ahora ni siquiera podía mantener los ojos abiertos. Todo su cuerpo pedía a gritos dormir.
Antes de que pudiera terminar ese pensamiento, su mundo se volvió negro. Las rodillas le fallaron y cayó sobre la cama como una muñeca de trapo, completamente inconsciente.
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Christina, que había estado fingiendo estar inconsciente, se incorporó inmediatamente en cuanto Yvonne cayó al suelo. Miró el cuerpo inerte de Yvonne tendido en la cama y sonrió con aire burlón. —¿En serio, Yvonne? ¿Creías que podías tramar algo contra mí? Cariño, eres demasiado tonta para este juego.
Christina se levantó lentamente de la cama, sin apartar la mirada del cuerpo inconsciente de Yvonne. Su mirada era tan fría que habría congelado el acero. «Tres… Dos… Uno…», susurró como si estuviera haciendo la cuenta atrás de un pequeño espectáculo.
Y, como un reloj, Yvonne empezó a murmurar: «Calor… Hace tanto calor…». Yvonne empezó a buscar a tientas su ropa, arañándola como si le quemara la piel. Prácticamente se la estaba arrancando. Sentía como si estuviera en llamas. Su cuerpo no podía soportarlo.
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