De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 381
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Capítulo 381:
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Cuando Christina levantó la cabeza, su mirada se cruzó con la de Dylan, fría y calculadora, con una expresión indescifrable pero claramente desconfiada. ¿Pensaba que ella estaba involucrada con la organización responsable de la emboscada?
Christina y Dylan, disfrazados, se miraron fijamente durante un momento antes de que él comenzara a avanzar hacia ella. —Gracias por antes —dijo él con tono seco, frío y distante.
Los agudos ojos de Dylan evaluaron sutilmente al joven «hombre» que tenía delante, con el rostro oculto por una intimidante máscara. Era indudablemente un «hombre». Sin embargo, algo en ese «hombre» le recordaba a Christina. La altura coincidía con la de Christina y los ojos reflejaban una intensidad familiar. Pero la persona que tenía delante era sin duda un «hombre». La nuez era evidente y su comportamiento no se correspondía del todo con el de Christina.
«No es nada», respondió Christina, con la voz alterada por el modulador, que sonaba tranquila y despreocupada.
Dylan frunció el ceño al oír la voz masculina. Se acercó más y percibió un ligero aroma a perfume, refinado y inquietantemente familiar. Se parecía al aroma característico de Christina, aunque no era idéntico, era más tenue, más amaderado. ¿Le estaba jugando una mala pasada su mente? No había ninguna razón plausible para pensar que Christina estuviera delante de él disfrazada.
Pero entonces le vino un recuerdo —la discreta identidad de Christina como Skybreaker— y el instinto se apoderó de él. Dylan se inclinó hacia delante con la intención de quitarle la inquietante máscara. Pero Christina reaccionó en un abrir y cerrar de ojos. Cuando sus dedos se movieron, ella le agarró la muñeca con fuerza, rápida, precisa y sin vacilar. —Estás cruzando la línea —espetó, con palabras cargadas de advertencia.
El rostro de Dylan permaneció impasible mientras bajaba la mirada hacia la mano que le agarraba la muñeca. Incluso esa mano se parecía a la de Christina. Pero mientras que las manos de Christina eran suaves y sin imperfecciones, esta «mano de hombre» tenía una marca apenas visible justo debajo del pulgar.
Dylan entrecerró los ojos. La cicatriz parecía auténtica, demasiado precisa para ser artificial. Lo que no se daba cuenta era lo maestra que se había vuelto Christina en el arte del disfraz. Sus cicatrices artificiales eran casi perfectas, hasta el más mínimo detalle.
—¿Qué crees que estás haciendo? —ladró Robin desde cerca, dando un paso adelante con mirada furiosa.
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—Solo por curiosidad —respondió Dylan con calma, sin apartar la mirada de la disfrazada Christina—. Te pareces a alguien que conocí.
—Los parecidos no son precisamente raros —replicó Christina con tono firme.
«Supongo que no», dijo Dylan con frialdad.
Ella le soltó la muñeca lentamente. —La próxima vez, no me toques.
Dylan no respondió. Su mirada se demoró, con expresión indescifrable. Una extraña tensión se acumuló en su pecho, inquietante e inexplicable. ¿Por qué este «hombre» le provocaba un déjà vu tan intenso? ¿Por qué la imagen de Christina seguía apareciendo en su mente cuando miraba a este «hombre»? No tenía mucho sentido. Las similitudes existían, sin duda, pero las diferencias, especialmente el género, eran igual de obvias. Y, sin embargo, la sensación persistía, carcomiéndolo como el humo.
Robin notó la intensa mirada de Dylan hacia la disfrazada Christina, que a él le parecía un joven. Una idea audaz le golpeó como un martillo y abrió los ojos de par en par. Rápidamente se interpuso entre ellos, creando una barrera firme con su cuerpo.
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