De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 365
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Capítulo 365:
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«¡Ha sido increíble! ¡Bien hecho!».
Robin yacía en el suelo, luchando por recuperar el aliento, como si acabara de ser atropellado por un tren de mercancías. Y su abuelo estaba allí de pie… ¿animándolo?
Christina, que había planeado marcharse tras el enfrentamiento, se quedó momentáneamente sin palabras ante el extraño giro de los acontecimientos. No conseguía entender qué pasaba por la mente del anciano. No parecía desquiciado, pero su comportamiento no tenía mucho sentido. ¿Aplaudir mientras su propio nieto yacía tirado en el suelo? Todo parecía completamente surrealista. ¿Acaso acababan de escapar de un manicomio?
Con todos estos pensamientos dando vueltas en su cabeza, casi no se dio cuenta de que Robin se estaba levantando rápidamente, con el dedo apuntando directamente hacia ella.
—¡Me has tendido una trampa! ¿Quién hace algo así sin avisar? —gritó con voz llena de indignación.
«¿Y si te hubiera pillado a propósito? ¿Qué ibas a hacer, llorar?», preguntó Christina con los ojos brillantes de picardía, lanzándole una mirada desafiante y burlona, sin inmutarse ante su indignación.
Robin ya estaba furioso, y la respuesta descarada de ella hizo que su ira se disparara. —Tú… —balbuceó, pero las palabras se le atragantaron en la garganta. Intentar regañarla era como gritar en medio de una tormenta: inútil y agotador. Ella estaba exasperantemente indiferente, con una piel más gruesa que una armadura.
Desde un lado, Kurt observaba el drama con una sonrisa de puro entretenimiento. Por fin, alguien capaz de bajarle los humos a esa mocosa arrogante. Aplaudiendo como un espectador emocionado en un combate de boxeo, exclamó: «¡Excelente! ¡Muy bien dicho!».
Robin giró la cabeza hacia su abuelo, con el cuello rígido como una bisagra oxidada, mirándolo con incredulidad. ¿De qué lado estaba realmente el anciano?
Christina miró de reojo a Kurt, frunciendo ligeramente el ceño. Este anciano parecía tener un don especial para agitar las cosas.
Intentando salvar su orgullo, Robin señaló con el dedo a Christina. —¿El lanzamiento de antes? Fue pura suerte. No estaba defendiéndome. Tuviste suerte, eso es todo. —Y añadió con un resoplido gélido—: ¿Te atreves a enfrentarte a mí en un combate justo?
No era un niño mimado, había entrenado. Podía enfrentarse a varios oponentes sin sudar ni una gota. ¿Una chica tan delicada como ella? Por favor. Solo había conseguido ese movimiento porque él no se lo esperaba.
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«Adelante». Christina no perdió tiempo y aceptó de inmediato. Se quedó inmóvil, completamente relajada, con la mirada fija en Robin y un desprecio frío e inquebrantable en los ojos.
Robin estalló de ira. Increíble. Nadie se había atrevido a mirarlo así a los ojos, y mucho menos con ese descaro. Su compostura imperturbable lo quemaba por dentro, pero su orgullo, y su educación, no le permitían golpear primero. —Te dejaré empezar —siseó, apretando los dientes—. Las damas primero. Su única esperanza era que su habilidad estuviera a la altura de su arrogancia.
—Con mucho gusto. —Sus labios esbozaron una sonrisa de suficiencia y entonces atacó. Un movimiento borroso. Su puño se disparó hacia su cara como una bala.
Un sonido débil cortó el aire, tan sutil que solo alguien entrenado podría haberlo percibido. Robin abrió los ojos como platos. Sus instintos le gritaban. Si ella había amortiguado el sonido a propósito, entonces su control era aterrador. Incluso si no lo había hecho, el…
el golpe era naturalmente rápido y silencioso. No era una luchadora cualquiera. En cualquier caso, no era alguien a quien tomar a la ligera. Aun así, su orgullo se rebeló. Era imposible que una mujer fuera tan buena. Pero no era tan tonto como para confiar en eso. Giró la cabeza justo a tiempo, evitando por poco el puñetazo.
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