De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 362
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Capítulo 362:
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«Esto puede doler un poco», murmuró Christina, con voz firme y baja.
«Está bien».
Dylan la observaba, con la mirada fija en sus pestañas bajadas, cautivado por su concentración. En ese momento, algo en ella le pareció diferente, más magnético.
Mientras Christina se concentraba en limpiar la herida, no se dio cuenta de lo intensamente que él la observaba. El recuerdo de aquel contacto accidental en el coche resurgió y se sintió extrañamente agradecida de que él no la hubiera echado de allí en ese momento.
Pero en ese breve momento de distracción, sus dedos rozaron su pecho desnudo…
Un destello de pánico atravesó a Christina y retiró la mano bruscamente, dejándose llevar por el instinto. Al mismo tiempo, Dylan, que acababa de extender la mano, ansioso por agarrar la de ella, se quedó paralizado en medio del movimiento. Sus dedos se crisparon ligeramente, atrapados entre la decepción y el alivio. Si no se hubiera detenido a tiempo, podría haberla asustado.
—Ha sido un accidente. No ha sido mi intención —dijo Christina, mirando a Dylan y tratando de parecer despreocupada. Una silenciosa preocupación persistía. ¿La echaría por eso? Claro, los guardias de fuera no tendrían ninguna oportunidad contra ella, pero que Dylan la echara sería humillante.
La voz tranquila de Dylan le ofreció una tranquilidad silenciosa.
—No pasa nada.
Tras una breve pausa de incertidumbre, Christina preguntó:
«¿Sigo?».
«Por favor, continúa. Y perdona las molestias», respondió Dylan, tan educado como siempre, aunque su expresión seguía siendo indescifrable.
Exhaló en silencio mientras observaba cómo sus manos se movían ahora con más cautela. Quizás todavía estaba nerviosa por cómo había echado a la enfermera antes. Eso podría explicar su precaución. Abrió los labios varias veces, dispuesto a decir algo, lo que fuera, para explicarse. Pero todos sus intentos se esfumaron antes de poder hablar.
Una preocupación le carcomía por dentro: ¿y si ella descubría lo que sentía y lo rechazaba por completo? ¿Y si se alejaba de él? Si eso ocurría, nunca volverían a ser como antes. Nunca se había sentido tan indeciso. No deseaba nada más e e que acortar la distancia que los separaba, pero el miedo a alejarla lo frenaba.
—Ya está todo listo.
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Christina sonrió, iluminando la habitación con su sonrisa.
—Ya puedes abrocharte.
—Gracias.
Dylan asintió en silencio y comenzó a abrocharse la camisa, con movimientos tranquilos y deliberados. Sus manos largas y bien definidas eran dignas de contemplar. Había algo en su forma de moverse que llamaba la atención de Christina, cada gesto le provocaba una sutil estremecimiento en el pecho.
Se encontró mirándolo fijamente, momentáneamente perdida en el momento, hasta que Dylan levantó la mirada y se encontró con la de ella.
Una sacudida la atravesó. Fue como si el momento se hubiera vuelto perfectamente claro.
El calor le subió a las mejillas y su piel prácticamente chisporroteaba. Con una risa nerviosa, soltó:
«Debería… ir a lavar la fruta. ¡Ahora vuelvo!».
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