De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 360
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Capítulo 360:
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—Señor Scott… —gimió la enfermera, con lágrimas resbalando por sus mejillas, como si esperara que su dramática actuación le granjeara compasión.
Pero tuvo el efecto contrario. La expresión de Dylan se volvió más fría, su disgusto era palpable. Su actuación no lo conmovió, lo repugnó.
Sintiendo que estaba perdiendo el control de la situación, la enfermera respiró profundamente, temblorosa. En un momento de desesperación temeraria, se abalanzó sobre él.
Dylan reaccionó en un instante. Agarró la almohada más cercana y la utilizó como barrera, empujándola hacia atrás con toda su fuerza.
La enfermera no esperaba una respuesta tan rápida. Tropezó, perdió el equilibrio y cayó de espaldas con un fuerte golpe.
—¡Seguridad! —La voz de Dylan resonó en la habitación como un trueno. Sus ojos ardían, apenas contenidos por la fuerza.
En cuestión de segundos, dos guardias imponentes irrumpieron por la puerta. —¿Sí, señor Scott? —preguntó uno de ellos, evaluando ya la situación.
La mirada de Dylan atravesó a la enfermera como una navaja. —Echadla fuera —ordenó—. Ahora mismo.
Sin dudarlo, los guardias agarraron a la enfermera por los brazos y la levantaron con facilidad.
—¡Suélteme! —chilló la enfermera mientras la levantaban del suelo—. ¡Bájeme! Pero sus gritos cayeron en oídos sordos. Los guardias no mostraron piedad y la arrastraron fuera de la habitación con una eficiencia despiadada. Cuando llegaron al pasillo, la arrojaron sin ceremonias al suelo frío y duro.
Era la primera enfermera de la historia que era expulsada físicamente de la sala de Dylan. No hacía mucho, se había jactado ante sus compañeros, segura de que conquistaría a Dylan. Les había dicho que esperaran buenas noticias, afirmando que se ganaría su confianza con su encanto. Ahora, no solo había fracasado, sino que había sido humillada y descartada como si fuera basura. La vergüenza era insoportable.
La enfermera vio a algunos compañeros que observaban cerca, algunos tratando de contener la risa. Con la cara en llamas, se puso de pie a toda prisa y salió corriendo por el pasillo.
De vuelta en la sala, Christina aún estaba procesando lo que acababa de pasar cuando oyó la voz de Dylan, esta vez mucho más suave, casi tierna, llamándola.
—Christina…
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Christina miró a Dylan, sorprendida por la repentina ternura en su tono.
Al notar su vacilación, Dylan ladeó ligeramente la cabeza.
—¿Te parece bien?
Su voz era baja y suave, como seda envuelta en humo, y tenía un sutil encanto que le provocó un cálido estremecimiento.
—Sí —murmuró ella tras un momento.
Sin más explicaciones, le entregó el cojín que había tocado la enfermera.
«¿Te importaría tirarlo?».
«¿Eres algún tipo de germofóbico?», preguntó Christina, frunciendo el ceño mientras lo cogía. ¿En serio? ¿Un simple roce y ya había que tirarlo?
«Más o menos», respondió él.
En lugar de tirarlo a la basura, ella lo lanzó con indiferencia a un sofá cercano.
«¿Así está bien?».
«Servirá», dijo Dylan.
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