De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 36
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Capítulo 36:
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Tanto Dylan como Chloe centraron su atención en Christina, con una mezcla de curiosidad y preocupación en sus ojos.
«Si pasa algo, puedes ser sincera con nosotros. Mi hermano no te defraudará, se encargará de todo», dijo Chloe con voz llena de apoyo, dando por hecho que Christina estaba pasando por dificultades.
Dylan asintió en silencio. «Solo dime lo que necesitas. Me encargaré de todo».
Christina negó con la cabeza, le dedicó a Chloe una sonrisa tranquilizadora y le apretó la mano con suavidad. —No pasa nada. De hecho, King acaba de ponerse en contacto conmigo y aún no he tenido ocasión de contarte las noticias.
—¿Qué? —Las reacciones de los hermanos fueron inmediatas: un coro de exclamaciones entremezcladas, con la emoción apenas contenida en sus voces.
Dylan estaba bastante atónito. Una respuesta rápida de King era lo último que esperaba. Parecía que la reputación de King de ser esquivo estaba bien merecida. No quedaba ni rastro del mensaje: la respuesta de King acababa de llegar a Christina, sin que nadie se diera cuenta.
—¿Qué ha dicho King? —preguntó Dylan, con urgencia en el tono. Sus miradas se cruzaron y Christina no dudó. —La paciente a la que estás desesperado por salvar… es tu hermana, ¿verdad?
Un sombrío asentimiento de Dylan lo confirmó, con el rostro ensombrecido por la preocupación. —Sí. Su enfermedad… el tiempo no está de su parte.
En el mejor de los casos, a Chloe le quedaba un año de vida, una verdad que pesaba mucho en la voz de Dylan. Se negaba a dejar que el destino le arrebatara a su hermana sin luchar. Christina dirigió su atención a Chloe y le preguntó: —¿Alguna vez has tenido escalofríos tan intensos que te han hecho sentir como si estuvieras atrapada en un congelador? Y cuando eso ocurre, ¿también tienes dolores de cabeza muy fuertes?
Chloe abrió los ojos con sorpresa. —¡Exacto! ¿Cómo lo sabías? Dylan estaba igualmente sorprendido, pero en un instante lo comprendió: debía de ser el diagnóstico de King. Una chispa de esperanza se encendió en su interior. Si King, el hacedor de milagros, podía identificar los síntomas de Chloe desde la distancia, tal vez las posibilidades de curación no eran solo una fantasía después de todo.
—Eso es lo que me dijo King —dijo Christina con suavidad, volviendo a mirar a Dylan—. Y en cuanto a nuestro acuerdo, King acepta.
Dylan sintió un nudo en la garganta, incrédulo. —¿Quieres decir que… King realmente acepta ayudar?
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Con un gesto firme, Christina lo confirmó: —Sí. King ha prometido curar a tu hermana.
El alivio y el asombro inundaron a los hermanos, transformando sus rostros con una alegría repentina.
La voz de Chloe temblaba por la emoción. —¿Es verdad? ¿De verdad?
Ya se había resignado a la idea de que le quedaba como mucho un año de vida, así que había decidido aprovechar al máximo el tiempo que le quedaba y vivir cada día como si fuera el último.
Sin embargo, por mucho optimismo o fuerza que tuviera una persona, la realidad de la mortalidad podía arrastrar a cualquiera a la desesperación en ocasiones.
Sobrevivir no era suficiente: Chloe ansiaba la vida en toda su plenitud. Quería sentir cada latido de su corazón, saborear tanto los momentos ordinarios como los extraordinarios. Le venían a la mente tantos rostros: seres queridos de los que no podía separarse, personas cuyas vidas estaban estrechamente entrelazadas con la suya. El miedo a decirles adiós la paralizaba. Incluso aferrarse a la existencia por un hilo le parecía preferible a dejarla ir. La perspectiva de la muerte era mucho más aterradora que simplemente sobrevivir.
Un tono suave pero serio se apoderó de la voz de Christina, rompiendo la ola de alivio que se había apoderado de la habitación. «Pero…».
La sonrisa de Dylan se desvaneció y la esperanza se apagó en los ojos de Chloe.
—¿Pero qué pasa? —preguntó Dylan, con un tono teñido de nueva ansiedad.
Christina explicó: «King quiere controlar los episodios de frío antes de pensar en la cirugía. Primero hay que estabilizar el estado de tu hermana».
Dylan aceptó rápidamente cualquier consejo de King. «Haremos todo lo que King recomiende. Pero, ¿King realmente puede salvar a Chloe?».
—Si King dice que hay una cura, entonces la hay —respondió Christina con certeza.
El tono asertivo le pareció extraño a Dylan, aunque no sabía exactamente por qué. Solo más tarde, cuando se reveló la discreta identidad de Christina como King, todo cobró sentido para él. Esa confianza absoluta en su voz finalmente tenía sentido. No había hablado como mensajera, sino como King, la milagrosa. Esa convicción solo podía pertenecer a King en persona.
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