De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 358
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Capítulo 358:
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Silbando para sí mismo, el hombre delgado salió del edificio, ansioso por compartir la noticia de su inesperado pago. Pero en el momento en que entró en un callejón tranquilo, una mano le tapó la cara y lo empujó dentro de una furgoneta que lo esperaba.
De vuelta en la sala, Yvonne no podía borrar la sonrisa de su rostro, saboreando la perspectiva del inminente fracaso de Christina.
Sus padres no pasaron por alto su extraño comportamiento. Liza, intrigada, la pinchó: «Yvonne, ¿a qué te regatea esa sonrisa de gato que se ha comido al canario?».
Mack intervino: «¿Te ha tocado la lotería o qué? ¡No nos tengas en vilo!».
«Oh, no es nada del otro mundo», respondió Yvonne con indiferencia. «Solo estoy pensando qué llevar a la fiesta de cumpleaños de Kurt». Ni loca iba a revelar su acuerdo secreto con aquel tipo delgado: el plan para meter a Christina entre rejas.
«¡Asegúrate de que sea algo de primera!», exclamó Mack con entusiasmo. «Algo que deje boquiabierto a Kurt. Quién sabe, ¡quizá te asegures tu puesto como su futura nieta política!».
—Pero, ¿qué puedo preparar? —Yvonne frunció el ceño—. ¿Quizás una antigüedad?
«He oído que le gusta la caligrafía y la pintura. Una obra maestra antigua podría ser el billete dorado», propuso Mack.
Liza, sin embargo, tenía sus dudas. «Pero ¿no pensarán todos lo mismo? ¿Y si el nuestro se pierde entre tantos?».
«¿Quién sabe? Quizás tengamos suerte y acertemos con lo que más le gusta», respondió Mack con optimismo.
Justo cuando Yvonne iba a responder, su teléfono vibró. Lo sacó y vio una notificación de transferencia en la pantalla. ¿Por qué alguien le enviaría dinero de repente?
Al pulsar en el mensaje, sus ojos se abrieron como platos. Era una transferencia de un millón, acompañada de una nota: «Aquí tienes tu dinero. El trato se cancela». Yvonne se quedó paralizada, y su sonrisa se desvaneció en un instante. Escribió frenéticamente un mensaje al hombre delgado. «¿Por qué te echas atrás? Ya has cogido el dinero, ¿por qué lo devuelves?».
No hubo respuesta.
Apretando los dientes, envió otro mensaje. «¿Dónde estás? ¡Contéstame!». Siguientes nada. Escribió de nuevo, con la ira hirviendo en su interior. «Devolver el dinero no cambia nada. El trato sigue en pie, y si no lo cumples, te demandaré por fraude y extorsión».
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Pero era como gritar en el vacío. Sus mensajes se desvanecieron en el aire. Ese hombre delgado la había bloqueado por completo.
Cuando Yvonne lo intentó de nuevo, descubrió que la había bloqueado. Un temblor de rabia la sacudió, provocándole un fuerte ataque de tos.
«¡Yvonne!». Liza se apresuró a acercarse y le dio unas palmaditas en la espalda con preocupación. «¿Estás bien?».
«Sí… Estoy bien, mamá. Gracias». Yvonne esbozó una sonrisa forzada y apretó con fuerza su teléfono, ahora oscuro.
Cuanto más lo pensaba Yvonne, más ardía su ira. ¡Ese maldito bastardo había incumplido su palabra! ¿Qué demonios había pasado? ¿Desde cuándo un parásito como él había rechazado dos millones? Por mucho que lo intentara, no podía entender su repentino cambio de opinión.
Al otro lado, el hombre delgado se guardó el teléfono en el bolsillo después de bloquear a Yvonne. Cojeaba, con la cara llena de moretones e hinchazón, y las costillas le dolían como si se las hubieran roto.
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