De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 351
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Capítulo 351:
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Mientras tanto, el anciano había fijado su mirada en Christina, seguro de que ella había jugado limpio todo el tiempo. Lograr una hazaña como esa requería un talento genuino, algo que ningún jugador común podía lograr.
Una nueva idea cruzó la mente del anciano: si ella se unía a su familia como su nieta política, su descontrolado nieto por fin estaría en su sitio. La idea de ver cómo el ego de su nieto recibía un golpe hizo que su sonrisa se ampliara más que nunca. Ese chico había estado sin control durante demasiado tiempo y ahora, por fin, alguien podría bajarle los humos.
Los espectadores no pudieron contener sus pensamientos.
«Pensaba que solo tenía suerte, pero es una auténtica profesional».
«Antes la menospreciaba por ser mujer, ahora me dan ganas de darme dos bofetadas. Es auténtica».
«¿Crees que podría enfrentarse cara a cara con Epic, el legendario jugador?».
«No te hagas ilusiones. Epic está en otro nivel, nadie puede igualarlo».
«Epic no ha aparecido en las mesas desde que se retiró, pero he oído rumores de que Epic ha estado frecuentando el casino de la familia Miller todas las noches…».
Cada comentario llegaba a los oídos de Christina. Una sutil mueca se dibujó en su frente y una chispa helada iluminó su mirada. ¿Alguien se atrevía a hacerse pasar por ella? Una lenta y astuta sonrisa se dibujó en sus labios. Las cosas se estaban poniendo interesantes. Parecía que era hora de ir al casino de la familia Miller, era hora de enfrentarse cara a cara con el impostor que se hacía pasar por Epic.
«¡Tienes que haber hecho trampa! ¡No hay forma de que me hayas ganado limpiamente!», gritó el hombre delgado, con el rostro desencajado por la furia, mientras señalaba acusadoramente a Christina con el dedo. Seguía negándose a aceptar la derrota: la idea de haber perdido 100 000 dólares con ella le partía el corazón en mil pedazos.
El desafío brillaba en los ojos de Christina mientras replicaba: «¿Dónde están tus pruebas? ¿Me pillaste haciendo trampas? Y aunque fuera así, ¿qué más da?».
Levantó una ceja y esbozó una sonrisa burlona.
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Con una sonrisa de suficiencia, Christina dijo:
«Todos los jugadores conocen las reglas del juego: si no te pillan, se llama habilidad, no hacer trampas».
Atónito, el hombre delgado no supo qué responder: su lógica era impecable.
Si no podía demostrarlo, entonces ella simplemente había jugado mejor.
La multitud se hizo eco de su afirmación.
«Tiene razón. No hay pruebas de que haya hecho trampa».
«¿Alguien la ha visto hacer trampa? Porque yo desde luego que no».
«Deja de dar excusas y entrega el dinero. Compórtate como un hombre».
La mirada del hombre delgado recorrió el grupo, silenciándolo al instante.
La obstinación se apoderó de él y gritó:
«¡No me importa! ¡Hiciste trampa! Perdiste el juego y vas a pagar: cien mil dólares, más un millón por hacer trampa».
Christina casi se echó a reír por lo ridículas que le parecían sus palabras.
«Increíble. Tu descaro me deja sin palabras».
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