De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 345
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Capítulo 345:
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«¿Todavía te apetece jugar?».
Christina asintió con la cabeza.
«Vamos. Una ronda. El ganador se lo lleva todo».
«De acuerdo. ¿Cuál es la apuesta?». El hombre delgado sonrió con aire burlón, recorriendo con la mirada todo el cuerpo de Christina.
«Si no tienes dinero, puedes apostar tu cuerpo. Te daré mil por noche».
La mirada de Christina se volvió fría.
«Quédate con tus mil. Úsalos para comprar medicinas. No eres mejor que el Sr. Tres Segundos».
Alguien entre la multitud no pudo contener la risa.
«¡Tú!». El rostro del hombre delgado se retorció de ira. Sus palabras le habían tocado la fibra sensible. ¿Estaba simplemente haciendo una suposición descabellada o era realmente médica?
«¿Eres médico o qué?», gruñó él.
«Se podría decir así», respondió Christina con un encogimiento de hombros tranquilo.
Él frunció aún más el ceño.
«¿Qué clase de respuesta es esa? ¡O lo eres o no lo eres!».
Todos miraron a Christina, completamente confundidos, esperando su respuesta.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Christina mientras decía con naturalidad:
«Soy veterinaria».
Al oír esto, la multitud parpadeó incrédula. No sabían si estaba bromeando o hablando en serio, pero, de alguna manera, todos sintieron que les habían tomado el pelo.
El hombre delgado, que pensaba haber encontrado un médico milagroso para su disfunción eréctil, parecía especialmente furioso.
«¿Me estás tomando el pelo?», espetó, mirándola con ira.
Christina arqueó una ceja, sin perder la sonrisa.
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«¿Por qué piensas eso? De verdad puedo tratar problemas urológicos, ¿sabes?».
Al oír eso, los ojos de varios hombres se iluminaron, incluidos los del hombre delgado. La esperanza volvió a encenderse.
Él dudó, pero la curiosidad lo empujó hacia adelante.
«¿De verdad sabes cómo hacerlo?».
«¡Por supuesto!», declaró Christina, irradiando absoluta confianza.
El hombre delgado casi se echó a reír. Uf. Por los pelos. Estuvo a punto de revelar su problema delante de todos.
«No me lo creo. ¿De verdad se puede curar algo así?», murmuró, enmascarando su curiosidad con un escepticismo calculado.
«Por supuesto. Una solución garantizada», dijo Christina con firmeza.
Algunos hombres de entre la multitud se animaron, con la mente acelerada. Ella era una milagrosa. ¡Aún había esperanza para su impotencia!
El hombre delgado compartía ese pensamiento. Frotándose las manos, se inclinó hacia ella.
«Entonces… ¿cómo lo tratas?».
Christina sonrió.
«Fácil. Lo cortamos. Problema resuelto para siempre. Lo cortamos de raíz y se acabaron las preocupaciones».
Todos los hombres que estaban al alcance del oído se quedaron paralizados. Sus rostros se crisparon. Sus piernas se cerraron con fuerza.
Bueno… eso lo arreglaría. Pero el costo era demasiado alto.
La expresión del hombre delgado se retorció con todas las emociones: conmoción, confusión, rabia. Se dio cuenta demasiado tarde de que ella lo había dejado en ridículo. La vergüenza le quemaba más que el fuego.
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