De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 330
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Capítulo 330:
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«Si realmente tuviera lo que hay que tener, se habría enfrentado a él cara a cara».
«Por supuesto, utilizó la sorpresa; las mujeres no pueden vencer a los hombres de otra manera, ¿verdad?». Christina arqueó las cejas y esbozó una sonrisa fría en los labios. «¿No lo sabías? La lengua traiciona. A veces, el elemento sorpresa es tu mejor arma».
Las condenas contra ella se hicieron más fuertes, y las acusaciones de tácticas deshonestas volaban en su dirección. Ni una sola voz entre la multitud parecía importarle que se hubiera enfrentado a tres hombres a la vez, un hecho que hacía que su indignación fuera más que irónica. Sus críticas no eran diferentes del acoso.
Menos mal que Christina tenía algunas habilidades. Cualquiera menos hábil se habría visto completamente abrumado enfrentándose incluso a uno solo de esos tres hombres.
Con una sonrisa pícara, Christina miró fijamente al hombre corpulento. «¿Crees que me habrías ganado si no te hubiera tomado por sorpresa?».
Su respuesta fue rápida y llena de arrogancia. «¡Por supuesto! ¡No hay forma de que ganaras en una pelea justa!».
A Christina se le escapó una risa. «A ver si sigues tan seguro con una segunda oportunidad».
«¿Una segunda oportunidad? ¿Cómo voy a pelear si no puedo mover el brazo?». El hombre corpulento intentó levantar el brazo dislocado, pero este se negaba a obedecerle. Se había quedado totalmente entumecido y apenas parecía parte de su cuerpo.
«Eso es fácil. Te lo volveré a colocar», respondió Christina con voz firme y tranquila.
El hombre corpulento resopló con irritación. «¿Crees que puedes volver a colocarlo con solo chasquear los dedos? ¡Adelante!».
Un espectador intervino, ansioso por desafiarla. «¡Hablar es fácil! Si eres tan hábil, vuelve a colocarle el brazo en su sitio, a ver qué tal».
Antes de que la multitud pudiera decir nada más, Christina entró en acción. Con un movimiento suave y un chasquido audible, el brazo del hombre corpulento volvió a encajar en su sitio.
Un silencio atónito se extendió entre los espectadores. La incredulidad flotaba en el aire: lo había arreglado delante de ellos. ¡Lo había conseguido! Nadie encontraba palabras. La sorpresa les dejó con la boca abierta, en silencio, como si se hubieran tragado sus dudas.
«Todo listo», dijo Christina, levantando la mano y haciendo un gesto con el dedo para llamar al hombre corpulento. «Empecemos la segunda ronda, ¿les parece?».
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El hombre corpulento seguía con cara de asombro, tratando de procesar lo que acababa de pasar. Probó a girar el brazo, esperando sentir dolor, pero no sintió nada. Todo estaba como nuevo, sin dolor ni molestias, casi como si nada hubiera pasado.
En lugar de lanzarse directamente a la pelea, el hombre corpulento miró a Christina con curiosidad. —¿Eres médico?
Había algo en Christina que no encajaba con la imagen habitual de un médico para el hombre corpulento. Se comportaba más como una celebridad que como alguien del ámbito médico. Si su aparente ingratitud no fuera tan irritante, y si no pareciera tan arrogante, su belleza habría sido lo primero que cualquiera habría notado.
Christina se limitó a encogerse de hombros. «Supongo que se podría decir así. Los veterinarios también son médicos, ¿no?».
Esa respuesta dejó sin palabras tanto al hombre corpulento como a los espectadores. ¿De verdad lo estaba comparando con un animal?
El hombre corpulento estalló. «Un momento, ¿me estás tratando como a un animal?», exigió.
«¿Por qué, importa? Si el objetivo es que te mejores, ¿a quién le importa qué tipo de médico soy?», preguntó Christina, con los ojos muy abiertos y fingiendo inocencia, y encogiéndose de hombros con indiferencia, lo que solo agravó su actitud.
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