De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 313
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Capítulo 313:
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Aunque Christina había abandonado el camino de los asesinos, su nombre seguía llamando la atención. Sus rivales y aquellos a los que había superado tanto en reputación como en habilidad seguían buscando una oportunidad para ajustar cuentas. Su reputación como la mejor asesina era tanto un escudo como una maldición. El trono en lo más alto de la jerarquía de los asesinos exigía una vigilancia constante. Cualquiera que ansiara ese título tendría que desafiarla primero. Incluso aquellos que se contentaban con el segundo puesto estarían encantados de verla caer.
A Davina nunca le importó el legado de la familia Scott. Su única preocupación era la seguridad de Christina, la amiga a la que más quería. La confianza entre ellas era muy profunda. De todas las personas de su mundo, Christina era en quien más creía. Esa fe era mutua e inquebrantable por ambas partes.
A continuación, le hizo una promesa. «Lo entiendo», le aseguró Christina, con voz tranquila pero decidida.
El peligro nunca había asustado realmente a Christina, pero ser perseguida por tantos a la vez podía desgastar a cualquiera. A la vista de todos, las amenazas podían afrontarse de frente. ¿Pero los enemigos ocultos? La obligaban a estar constantemente alerta, sin poder relajarse nunca. Lo único que quería era la tranquilidad de una vida sencilla, días sin peligro, llenos solo de paz. Nadie deseaba pasar cada hora bajo la sombra del peligro mortal.
Después de charlar un rato más con Davina, Christina terminó la llamada y regresó a la sala de Dylan. Al entrar, se dio cuenta de que no quedaba ni rastro de lo ocurrido…
La pelea había desaparecido: el cuerpo del asesino había desaparecido, el espacio estaba impoluto, como si la violencia nunca lo hubiera tocado.
La mirada de Christina se posó en Dylan, que seguía sumido en un sueño profundo, ajeno al caos que acababa de desatarse. Sus ojos tiernos recorrieron sus rasgos: su nariz afilada, los labios apretados, de un color demasiado pálido.
Llegó la mañana. La luz dorada del sol se colaba por la ventana, proyectando suaves dibujos sobre las sábanas. Dylan parpadeó mientras se despertaba. Abrió los ojos lentamente, acostumbrándose a la luz, y se dio cuenta de que otra mano envolvía la suya. La confusión se reflejó en su frente.
Al bajar la mirada, vio a Christina desplomada junto a la cama, con una delicada mano envuelta firmemente alrededor de la suya. Una sonrisa se dibujó en sus labios resecos, débil pero real.
Aunque la sed lo atormentaba, ver a Christina allí hizo que todo lo demás pasara a un segundo plano. El alivio lo invadió al darse cuenta de que ella estaba a salvo, era real y estaba a su alcance, no era solo un sueño fugaz.
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La pesadilla aún se aferraba a él: una escena horrible en la que Christina había estado en peligro mortal y él había sido incapaz de ayudarla. El dolor desgarrador de perderla en ese sueño le había dejado un vacío en el pecho. A medida que el miedo se disipaba, comenzó a florecer una tranquila comprensión. En algún momento, sus sentimientos por Christina habían cambiado, volviéndose más profundos de lo que jamás hubiera imaginado. Sin embargo, no podía recordar el momento exacto en que se produjo ese cambio.
Dylan se dio cuenta de que Christina tenía algo realmente único, algo que la diferenciaba de todos los demás. En ese momento, ella estaba acurrucada a su lado, y él solo podía ver la parte posterior de su cabeza, pero su corazón latía con fuerza mientras sus manos permanecían entrelazadas. Nunca antes había sentido su presencia tan vital, y se dio cuenta, quizás por primera vez, de que estaba un poco enamorado.
Un impulso se apoderó de él. Sus fuertes dedos se cerraron con fuerza alrededor de la delgada mano de Christina. Soltarla era impensable: quería aferrarse a ella para siempre. Su mirada se posó en su silueta tranquila, como si al memorizarla en ese momento pudiera conservarla para siempre.
Tan absorto en Christina, Dylan permaneció ajeno al mundo que lo rodeaba, completamente inconsciente de otra presencia en la habitación.
No muy lejos, Ralphy se movió en el sofá y abrió los ojos aturdido, encontrándose con la imagen de Christina durmiendo en la silla junto a la cama, con la cabeza apoyada suavemente en el borde de la cama.
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