De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 294
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Capítulo 294:
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Ese día, Christina solo había traído consigo una maleta y un millón de dólares, una miseria para la familia Jones. Incluso había declarado, con su tono impasible y sereno, que el millón salda su deuda por haber sido criada por la familia Jones. La familia Jones se había burlado de ella.
¿Un millón de dólares? ¿De verdad creía Christina que eso era suficiente para saldar la deuda? Ingenua era quedarse corta: estaba perdida en sus propios delirios. Christina soltó la muñeca de Yvonne y la miró con una mirada gélida, como si fuera un cuchillo. —Si ya has terminado de decir tonterías, quítate de en medio. No tengo tiempo para tus tonterías.
Yvonne se interpuso de nuevo entre Christina y su padre, con las mejillas enrojecidas por la indignación. «¡Quédate ahí! No me importa dónde hayas oído hablar de la enfermedad de mi padre, ¡pero no puedes verlo!».
Yvonne entró en pánico por una razón. Desde que su padre enfermó, no era el mismo. Una noche, en plena fiebre, incluso deliró diciendo que Christina tenía un don natural para los negocios, más agudo que el suyo. Murmuró que si Christina tomaba las riendas, tal vez la fortuna de la familia Jones finalmente cambiaría. Lo que más le dolía era que su propia madre no había discrepado. Había admitido en voz baja que Christina tenía un instinto más agudo y un sentido de los negocios más refinado. Si Christina regresaba y lograba ganarse el favor de sus padres, no tardaría mucho en arrebatarle el negocio de la familia Jones. Ni loca se quedaría de brazos cruzados viendo cómo sucedía.
Christina entrecerró los ojos y su voz se volvió gélida. —Ya te lo he dicho: mi deuda con la familia Jones está saldada. Ahora no te debo nada. Una vez dijiste que, aunque muriera allí fuera, no te molestarías en reclamar mi cuerpo y que, por muy mal que la fastidiara, no era asunto tuyo.
Con eso, Christina avanzó hacia Yvonne, cada paso lento y deliberado obligando a Yvonne a retroceder presa del pánico.
Para Yvonne, la mirada de Christina irradiaba una amenaza escalofriante. En otro tiempo, había presumido de su estatus como la orgullosa hija de la familia Jones. Ahora, se encontraba completamente intimidada, encogida bajo la mirada fulminante de Christina. La Christina que ella recordaba, la chica dócil que se doblegaba ante la más mínima presión, había desaparecido.
La mujer que tenía delante se había endurecido hasta convertirse en alguien a quien ya no podía manipular, alguien genuinamente formidable. El tono de Christina era tan despiadado como su expresión. —Ya seas tú, Mack o Liza, cualquier miembro de la familia Jones que caiga enfermo ya no es asunto mío.
Lo que les debía, ya se lo he pagado».
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El ascenso de la familia Jones no fue fruto del azar ni de una hábil maniobra. Había sido Christina, con sus silenciosas contribuciones y sus conexiones ganadas con esfuerzo, quien había allanado el camino hacia su éxito actual. Un último gesto de gratitud hacia las personas que la habían criado. Pero ese capítulo ya estaba cerrado. No les debía nada. Aunque su apellido seguía siendo Jones, ya no lo llevaba en su corazón.
—¿Pagado todo? Qué chiste. —Yvonne soltó una risa fría, con desprecio en la voz—. ¿En serio crees que un mísero millón salda la cuenta? No seas ridícula.
Christina se burló. —¿Una transferencia de un millón de dólares es ridícula? Dime cuánto, según tu definición, no es ridículo.
Yvonne se quedó sin palabras, ya que su intención era llamar tacaña a Christina, sin esperar que el golpe le diera en su propio terreno.
Christina dio un paso adelante, con tono gélido. —Mientras aún tengo paciencia, vete, o no me culpes si las cosas se ponen feas.
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