De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 273
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Capítulo 273:
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«Entendido». Elliott se giró y, con voz firme, miró al médico de la familia, Carson Ansell. «Dr. Ansell, déle el bisturí a la señorita Jones».
Carson perdió la compostura. Las palabras salieron precipitadamente de su boca, con pánico y desesperación. —¡Sr. Hubbard, no puede hablar en serio! ¿De verdad va a dejar que esta mujer opere a la Srta. Hubbard aquí mismo? Esto no es un quirófano, ¡es una imprudencia!
Habiendo sido el médico privado de la familia Hubbard durante años, Carson consideraba a los Hubbard como su propia familia, y su dolor y alegría estaban entrelazados con su propia vida. La idea de perder a Eloise era insoportable, especialmente después de toda la amabilidad que había recibido de la familia Hubbard.
Pero Elliott lo sujetaba con firmeza por el hombro, sin ceder. —El abuelo ya ha dado la orden. Vamos a dejar que la señorita Jones se encargue de esto.
Carson miró a Elliott, en silencio y indeciso. Tras varios segundos de tensión, el peso de la derrota se posó sobre sus hombros y finalmente dejó escapar un largo y renuente suspiro. Estaba más que frustrado, pero como no había forma de convencer a la familia Hubbard, lo único que pudo hacer fue mirar a Christina con una mirada tan fría que podría haber cortado el cristal. La sospecha se mezclaba con el resentimiento en sus ojos: no podía entender cuáles eran las verdaderas intenciones de esa mujer. Una cosa estaba clara: si el estado de Eloise empeoraba, se encargaría de que Christina lo pagara caro.
Una vez tomada la decisión, Carson le puso el bisturí en la mano a Christina con movimientos rígidos. —Señorita Jones —dijo con voz suave, pero con un tono amenazador inconfundible—. «La vida de la señorita Hubbard está ahora en sus manos. Cualquier error, y la haré responsable, hasta su último aliento».
«No se preocupe. La señorita Hubbard se recuperará», le aseguró Christina, con tono firme y los ojos ardientes de clara determinación.
Había algo inquebrantable en su actitud, tan tranquila, tan segura, que por un instante incluso Carson se encontró deseando creerla. Christina se arrodilló junto a Eloise, con el bisturí brillando entre sus dedos.
Con delicadeza, apartó el flequillo de Eloise y lo sujetó lejos de su pálida frente.
Carson abrió los ojos como platos, con los nervios a flor de piel. —No vas a hacer una craneotomía, ¿verdad?
Christina soltó una risa despreocupada, sin que la tensión alterara su compostura. —Tranquilo. No voy a abrirle el cráneo a nadie. Solo voy a drenar un poco de sangre envenenada, nada drástico. Además, la señorita Hubbard no tiene ninguna herida en la cabeza. ¿Por qué iba a cortarle el cerebro? No estamos en un quirófano ni nada por el estilo».
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En ese momento, sus palabras tenían todo el sentido del mundo y nadie les dio importancia. Solo mucho más tarde, cuando Elliott finalmente dedujo que Christina era en realidad la legendaria sanadora King, el recuerdo le golpeó como un rayo. En realidad, nunca había negado que supiera realizar una cirugía cerebral.
«¿Y dónde piensa hacer la incisión exactamente?», insistió Carson, con tono cada vez más sospechoso. No se creía ni una palabra de que Eloise estuviera envenenada: parecía estar perfectamente bien y todas las pruebas del hospital habían dado negativo. Christina tocó con calma la marca azulada de la sien de Eloise. «Justo aquí».
Carson frunció aún más el ceño. —Nunca he oído hablar de nadie que extraiga sangre de la sien.
Christina se encogió de hombros, sin perder la compostura. —Pues hoy te espera una sorpresa: vas a ver cómo se hace.
Desde algún lugar entre la multitud, se oyó una voz preocupada. «Pero si le cortas ahí, ¿no quedará desfigurada?».
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