De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 265
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Capítulo 265:
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Si no fuera por el estatus de Eloise, Katie la habría llamado animal sin pensarlo dos veces. La palabra «veterinaria» flotaba en el aire como una bofetada. La multitud retrocedió y se extendió un murmullo de sorpresa.
«Esta mujer está loca. ¿De verdad cree que una veterinaria puede tratar a un ser humano?».
«¡Está loca! ¿Una veterinaria se atreve a tratar a la señorita Hubbard? Eso es buscar problemas con los Hubbard».
«¿Por qué no ha llegado todavía el médico de la familia Hubbard? ¿Qué tarda tanto? Si esto se alarga, solo empeorará».
«¡Que alguien llame al 911! La señorita Hubbard se ha caído muy mal. Si seguimos esperando, la cosa se pondrá fea rápidamente».
—Señorita Jones, usted solo es veterinaria. Aléjese o empeorará las cosas. Los Hubbard no se lo perdonarán.
Atrapada en las garras de Christina, Katie esbozó una sonrisa burlona y maliciosa, alimentándose del pánico de la multitud. No tenía intención de impedir que Christina «tratara» a Eloise, al contrario, estaba deseando ver a Christina cavar su propia tumba ofreciendo ese supuesto tratamiento. Al fin y al cabo, ¿qué podía hacer una veterinaria? Christina estaba destinada a meter la pata y solo conseguiría poner a Eloise en un peligro aún mayor. Para entonces, Christina, esa insufrible zorra, estaría acabada. La familia Hubbard destruiría a Christina, y ella ni siquiera tendría que mover un dedo.
Katie sonrió con desdén. —Christina, sé de lo que eres capaz. Tus habilidades como veterinaria probablemente sean una basura. ¿Qué te hace pensar que puedes hacer un milagro? —Katie entrecerró los ojos y, con los labios apenas moviéndose, articuló con frialdad: —Solo lo estropearás, perdedora.
Christina captó el golpe silencioso de Katie, pero no se inmutó. Su expresión siguió siendo indescifrable, sin dar a Katie ni un ápice de satisfacción.
Antes de que Christina pudiera responder, la voz de Brendon rompió la tensión. —Christina, ya basta. Déjalo. —Dio un paso adelante, con el ceño fruncido, y cerró la mano con suavidad pero con firmeza alrededor de la muñeca de Christina—. Solo eres una veterinaria. No te hagas la heroína. La vida de la señorita Hubbard no es un juego».
Inclinándose hacia ella, Brendon bajó la voz hasta casi susurrar, con tono grave y urgente al oído de Christina. «Tranquilízate. Admite que te has equivocado al presionar a la señorita Hubbard y retracta lo que has dicho. Si lo reconoces, quizá los Hubbard te perdonen».
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Christina miró fijamente a Brendon, sin pestañear. Él siempre la había menospreciado, como si fuera un caso de caridad indefenso que seguía a su sombra. —Señor Dawson, ¿también duda de que pueda salvar a la señorita Hubbard? Su tono se mantuvo mesurado, casi indiferente, pero sus ojos ardían con un desafío silencioso.
Esa voz fría y serena atravesó a Brendon y, por razones que no podía explicar, algo se retorció bruscamente en su pecho. ¿Por qué siempre tenía que desafiarlo, siempre tratando de demostrar algo? Si tan solo cediera por una vez, él suplicaría a la familia Hubbard por ella.
La paciencia de Brendon se agotó y sus palabras salieron duras y secas: —No te engañes, Christina. Eres una veterinaria sin nada que demostrar. Apenas puedes mantener con vida a las mascotas, mucho menos tratar a un ser humano. Mira a la señorita Hubbard, no es una perra callejera con la que puedas practicar. ¿De verdad quieres arriesgar su vida con tu formación de segunda?».
Brendon no era el único que tenía dudas: todos los que estaban alrededor miraban con escepticismo. Nadie creía que Christina pudiera salvar a Eloise.
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