De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 26
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Capítulo 26:
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En un abrir y cerrar de ojos, Christina se encontró dentro de una furgoneta, con la boca tapada.
Estos secuestradores se movían con una precisión escalofriante: su planificación era evidente en cada movimiento rápido como el rayo, sin dar oportunidad a nadie de intervenir.
Derribarlos habría sido un juego de niños para Christina, pero decidió no hacerlo. La curiosidad pudo más que la precaución. Dejó que creyeran que era demasiado débil para defenderse, deseando descubrir quién había llegado tan lejos para secuestrarla en plena calle. ¿Por qué no convertir un poco de peligro en una aventura?
Nada más ser empujada dentro de la furgoneta, le metieron un trapo entre los dientes y le ataron las muñecas y los tobillos con cuerdas.
Con una mirada furiosa, Christina miró a sus captores, su actuación impecable: furiosa por fuera, fría como el hielo por dentro.
«¡Mmmph! ¡Mmmph!». El cuerpo de Christina se retorcía y su voz sonaba ahogada, una imitación perfecta del terror y la rabia.
Para cualquiera que la viera, parecía que estaba muerta de miedo, agitándose como un pez tirado sobre una tabla de cortar.
«¡Basta! ¡Cállate ya! ¡Si te mueves, te corto!», gritó un hombre, empujándola bruscamente y lanzándole una mirada llena de malicia.
Christina retrocedió, dejando que las lágrimas brotaran de sus ojos, con todo el rostro reflejando una desesperación absoluta.
Si Davina hubiera presenciado la escena, le habría entregado a Christina un Óscar por su convincente actuación. Por dentro, Christina estaba fría e imperturbable; por fuera, interpretaba a la perfección el papel de víctima asustada.
Convencidos por su actuación, sus captores bajaron la guardia y discutieron entre ellos.
«Las mujeres siempre se apresuran a llorar y a armar jaleo».
«Sí, ¿qué otra cosa se puede esperar? Son completamente inútiles».
«No le quites los ojos de encima. Si intenta algo, responderás ante mí».
Christina dejó que sus ojos se llenaran de lágrimas, con las pestañas brillantes y la barbilla gacha, la viva imagen del terror. Sin embargo, bajo esa fachada temblorosa, una sonrisa divertida se dibujó en su mente.
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«Joder, mira a esta tía. No me importaría echarle un polvo…», dijo uno de los secuestradores, incapaz de ocultar su mirada lasciva.
Un fuerte codazo del líder del grupo hizo callar al que acababa de hablar. —¡Cierra la boca! Está marcada para los Terrell. Ya sabes lo brutal que es ese clan. No hemos venido aquí a morir.
El hombre se rascó la cabeza. «Pero están pagando una fortuna por este trabajo. Me pregunto qué habrá hecho para acabar en su lista negra».
«No sé los detalles. Se dice que le hizo algo a Jacob en un bar, que lo dejó impotente de por vida».
«¡Por Dios! Nunca la habría imaginado capaz de hacer algo así».
El grupo miró a Christina con renovada sospecha, fijándose en sus mejillas bañadas en lágrimas y su cuerpo tembloroso, todo una actuación para ellos. Parecía imposible que alguien tan frágil pudiera haber acabado con Jacob Terrell e incluso destruir su virilidad. Lo más probable era que Jacob hubiera intentado forzarla, sin esperar que se defendiera, y hubiera pagado caro su error. Aun así, la suposición dejó una tensión incómoda en la furgoneta, y todos los hombres se pusieron de puntillas en sus asientos.
Los fragmentos de la conversación le bastaron a Christina para comprender la situación. Al parecer, aquella noche en el bar, cuando los matones intentaron acorralarla, uno de ellos, Jacob, había quedado impotente para siempre tras el ataque de ella.
Los Terrell no pertenecían a la alta sociedad, pero su riqueza y sus conexiones eran profundas, tanto en las salas de juntas como en los callejones oscuros.
Jacob, famoso por su arrogancia, era el tipo de depredador que creía que el mundo le debía todo y que ninguna mujer podía decirle que no. Cualquier mujer que llamara su atención solía salir ilesa del encuentro, especialmente si se atrevía a rechazarlo.
Una sonrisa fría se dibujó en los labios de Christina. En todo caso, Jacob se había ganado su destino por haberla provocado tontamente. Alguien como él prácticamente invitaba a la venganza. Mirando atrás, deseaba haber sido mucho más dura con él. Dejarlo vivir, aunque fuera impotente, era casi generoso. Sin embargo, ¿ahora se atrevía a contraatacar? Estaba buscando la muerte. Si toda la familia Terrell quería unirse a la pelea, entonces ellos también se estaban condenando a la destrucción.
Solo por un instante, oculto tras la fachada de miedo tembloroso, un destello de algo despiadado y mortal brilló en los ojos de Christina.
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