De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 226
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Capítulo 226:
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La risa de Christina estaba llena de burla. —¿A esto le llamas un problema menor? Brendon, ¿te estás escuchando? Toda tu familia ha mancillado mi nombre y ha puesto al público en mi contra, ¿y todavía crees que es un problema menor?
Se le escapó una risa amarga. —Bueno, entonces, siguiendo esa lógica, ¡que tu preciosa Yolanda haya sido detenida unos días más también es un problema menor! Su tono se agudizó y cada palabra sonó cortante. —Esta es la verdad, Brendon. A menos que tu hermana admita lo que hizo y se disculpe conmigo delante de todos, puedes olvidarte de usar tus contactos. Yolanda no va a ser liberada.
El rostro de Brendon se retorció de furia ante la gélida réplica de Christina. Su voz se redujo a un gruñido rencoroso. —¿Por qué siempre tienes que convertir lo más insignificante en un circo? Si no fuera por ese bastardo que te respalda, ¡nunca me habrías impedido pagar la fianza de Yolanda! Christina, no te engañes: sobreviviste gracias a tus padres adoptivos antes de que nos casáramos y, después, te apoyaste en mí. Sin los Dawson, no serías nada. Yo soy quien te dio esos acuerdos; ¿de verdad crees que durarías un día como otra ama de casa fracasada más?—Escupió las siguientes palabras, cada una de ellas rebosante de desprecio—. ¡Desde que nos divorciamos, no has hecho más que abrirte de piernas para cualquier hombre que te aceptara!
Christina escuchó, con el corazón casi blindado contra su veneno, aunque una chispa de indignación brilló detrás de su fría mirada. —No tengo nada más que decirte. Mi respuesta no ha cambiado. A menos que Katie dé un paso al frente, confiese y se disculpe delante de todos, puedes olvidarte de que Yolanda salga antes de tiempo. En cuanto al supuesto hombre que me respalda, ¿y qué si existe? Está en una liga a la que tú nunca llegarás. Ni siquiera eres digno de lamerle las botas. Qué pena me das, ¿eh?».
Sin esperar respuesta, colgó y bloqueó su número con un gesto decidido.
Brendon miró la pantalla con incredulidad, y su furia aumentó aún más al darse cuenta de que ella lo había bloqueado. Apretó el teléfono con fuerza, apretó la mandíbula y todos los músculos de su rostro se tensaron por la rabia. Era imposible que el hombre que respaldaba a Christina fuera tan intocable que ni siquiera él pudiera mover algunos hilos para sacar a alguien de la cárcel.
Brendon hería por dentro, jurando que en cuanto encontrara un nuevo contacto, alguien lo suficientemente poderoso como para liberar a Yolanda, cambiaría su número solo para poder llamar a Christina, regodearse y restregarle su victoria en la cara. Pero a medida que pasaban los días, todos los favores que pedía fracasaban. Por muchos contactos que agotara, era como chocar contra una pared invisible, una fuerza invisible que aplastaba todos sus intentos antes de que pudieran tomar impulso.
Con cada fracaso, su frustración con Christina se convertía en algo más oscuro. ¿Cómo podía ser tan vengativa? ¿Cómo podía quedarse de brazos cruzados y verlo sufrir, humillado e impotente? La humillación lo carcomía, alimentando un resentimiento amargo que se negaba a desaparecer.
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Mientras tanto, en la familia Dawson, la mirada de Finnegan atravesó a Brendon, y su tono fue gélido. «Mañana es la reunión familiar de los Hubbard y Yolanda todavía no ha salido».
Finnegan había empezado a cuestionarse si el apellido Dawson todavía significaba algo. Pero con Brendon colgándole esa promesa del cinco por ciento de las acciones, se obligó a tragarse su ira y se guardó para sí mismo sus pensamientos más duros.
«Ella… Puede que no llegue a la reunión». Las palabras de Brendon salieron pesadas y densas, con la vergüenza ardiéndole en las mejillas. Ni siquiera podía suavizar un problema tan básico delante de los padres de su novia. ¿Qué patético parecía? Lo que debería haber sido una llamada rápida había terminado en un callejón sin salida humillante.
—¡Nos dijiste que saldría antes del banquete! —exclamó Sheila, sin poder contener su furia.
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