De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 218
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Capítulo 218:
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Christina no era una persona fácil de manejar. Cuando alguien se metía con ella, se aseguraba de que lo pagaran, quizá no de inmediato, pero siempre cuando más les dolía. Nunca se precipitaba a tomar represalias. Esperaba hasta que el drama alcanzaba su punto álgido y saboreaba la satisfacción de atacar cuando todos los ojos estaban puestos en ella. La forma en que esos dos habían hablado en Internet solo lo hacía aún más dulce. Esa noche los haría pedazos.
«¡Aplastadlos! ¡Destruye! Ellos empezaron esto, ¡que recojan lo que sembraron!», exclamó Davina, con la voz llena de emoción.
Christina soltó una risita. «Siéntate y disfruta del espectáculo».
La impaciencia de Davina apenas le dio tiempo a responder. «¡Pues date prisa y desayuna! No puedo esperar, ¡tengo que conectarme y acabar con esos trolls! ¡Hablamos luego!».
La línea se cortó antes de que Christina pudiera decir una palabra.
Sacudiendo la cabeza, Christina no pudo evitar reírse del temperamento fogoso de Davina. Por muy impulsiva que fuera Davina, su feroz lealtad lo era todo para ella. Para Christina, Davina era como de su familia.
Christina entró en la sala justo cuando la criada empujaba la silla de ruedas de Chloe.
—Buenos días, señorita Jones —la saludó la criada con calidez y respeto.
Los ojos de Chloe se iluminaron en cuanto vio a Christina. —¡Por fin! ¡Ya te has despertado! ¡Iba a ir a sacarte de la cama para desayunar!
Con una sonrisa burlona, Christina bromeó: —Déjame adivinar. Tu hermano ha vuelto a cocinar, ¿verdad?
Chloe se aferró al brazo de Christina, con su delicado rostro pegado a ella como un gatito cariñoso. —¡Por supuesto! ¡Mi hermano siempre se esmera cuando te prepara el desayuno!
Eso provocó una suave risa en Christina. Se dio cuenta del evidente intento de Chloe de hacer de casamentera. Cualquiera que lo oyera podría hacerse una idea equivocada sobre ella y Dylan. Pero lo descartó como una travesura habitual de Chloe. Era imposible que Dylan hubiera cocinado por ella. Solo estaba mimando a su hermana y ella simplemente se aprovechaba de ello.
—Qué detalle por su parte —respondió Christina, manteniendo un tono ligero y diplomático.
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Se dirigieron al comedor y se detuvieron, sorprendidos por la escena que se presentaba ante ellos. Dylan estaba de pie junto a la mesa, vestido con un elegante traje negro, las mangas remangadas y un delantal rosa atado sobre sus anchos hombros. Con gran cuidado, servía arroz con leche humeante en un cuenco de porcelana, con una concentración inquebrantable.
Bajo los puños remangados, un trozo de piel dorada captaba la luz de la mañana: suave, delgada, que irradiaba fuerza y una confianza natural.
Los dedos de Dylan eran largos y elegantes, con cada articulación claramente definida. Los músculos de sus muñecas eran firmes y desprendían una fuerza tranquila que resultaba poderosa y extrañamente atractiva. Había algo en él, una energía que agitaba el aire y hacía que la gente se sintiera inquieta sin saber por qué.
Dylan no estaba bajo los focos, pero a los ojos de Christina parecía brillar con un suave resplandor.
—Christina. —De repente, la voz de Chloe la sacó de su ensimismamiento.
Christina se tocó instintivamente la nariz, preocupada por parecer ridícula por estar tan perdida en sus pensamientos.
—Hoy hay gachas. ¿No dijiste anoche que querías probarlas? ¡Pues ahora puedes!», dijo Chloe con una sonrisa juguetona.
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