De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 181
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Capítulo 181:
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Katie se dio cuenta de algo horrible y se le quedó el rostro pálido. «Esperen, no pensarán quemarnos vivas, ¿verdad?».
A Thea le siguió el shock. «Dios mío, ¿eso son barriles de gasolina?».
«¡No! ¡Por favor, no lo hagan!». Sus gritos resonaron en el coche mientras forcejeaban frenéticamente con las correas que las sujetaban, hasta que el frío metal de las armas contra sus cráneos las detuvo en seco. No había escapatoria.
Con lágrimas corriendo por sus mejillas y sacudiendo la cabeza en un gesto de negación frenética, se aferraron a los cinturones de seguridad, con el corazón latiendo a toda velocidad por el terror.
««Lo hacéis por el dinero, ¿verdad? ¡Os pagaré lo que queráis! ¡Decidme el precio, pero dejadme marchar!», suplicó Thea, con la desesperación ahogándole las palabras.
A su lado, Katie estaba pálida como un fantasma. «Yo también tengo dinero, ¡por favor, coged lo que queráis! O si necesitáis un favor, os lo haré. ¡Pero no nos matéis!».
Pero sus súplicas entre sollozos cayeron en saco roto. Los hombres enmascarados permanecieron impasibles, indiferentes al miedo que se respiraba en el coche. Ni siquiera sus frenéticas ofertas de dinero en efectivo o sus desesperadas negociaciones por sus cuerpos obtuvieron la más mínima respuesta.
Katie y Thea temblaban aún más violentamente. ¿Podía ser este realmente su último momento? El pánico había borrado todo rastro de color de sus rostros. El miedo las oprimía, las asfixiaba. Lo único que podían hacer era mirar con horror paralizante cómo los enmascarados abrían un barril azul y lo levantaban hacia su coche deportivo. Este tenía que ser el final. No había salida. ¿De verdad así iban a terminar sus vidas, aquí, así?
No, no podía ser. ¡Así no!
Entonces llegó la primera oleada: un líquido los salpicó.
«¡Ugh! ¡Ugh…!». Ambas mujeres escupieron, tosiendo y con arcadas. Esperen, ¡esto no era gasolina!
Antes, atrapadas en su terror, ni siquiera habían notado la ausencia del olor acre del combustible. En su lugar, un hedor repugnante y abrumador las envolvió. No era fuego lo que había en esos barriles, sino aguas residuales, espesas y fétidas. Antes de que pudieran recuperarse del shock, el segundo barril ya estaba siendo vaciado, empapándolas una vez más.
«Ugh…». Sus cuerpos se convulsionaron con arcadas secas, tosiendo hasta que las lágrimas les picaron en los ojos y todo se volvió borroso.
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La devastación se reflejaba en el rostro de Thea mientras veía cómo su querido coche deportivo se ahogaba bajo olas de residuos malolientes. «¡Mi coche! Bluh…», exclamó, pero su grito se ahogó cuando el contenido del tercer barril le salpicó directamente en la boca. «¡Ack! Ugh…».
Katie recibió un golpe igual de fuerte, tan violento que accidentalmente abrió la boca y tragó un bocado del asqueroso lodo. «¡Gaaah!», se atragantó, ahogándose con la inmundicia.
Tanto Katie como Thea se retorcían y vomitaban, pero sus agresores no mostraban piedad alguna y seguían vertiendo sin piedad barril tras barril de residuos putrefactos sobre sus cabezas. ¿Qué clase de lunáticos retorcidos eran esos? Todos ellos eran unos maníacos.
Katie y Thea habían pensado que las habían secuestrado, pero no, esto era mucho peor. Habían sido emboscadas por un grupo de trabajadores de alcantarillado que se habían vuelto locos.
El implacable ataque solo cesó cuando se derramó hasta la última gota de lodo asqueroso.
Thea y Katie se quedaron paralizadas, demasiado conmocionadas incluso para gritar, pero el hedor se les pegó como una segunda piel, invadiendo cada respiración… no, se les metió por los poros. Era repugnante, no hay palabras para describirlo. Estaban completamente destrozadas, al borde de las lágrimas, pero demasiado horrorizadas incluso para sollozar.
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