De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 174
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Capítulo 174:
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La asistente de ventas senior no pudo terminar. El fuerte golpe de una bofetada silenció la sala.
Los ojos de Leona ardían de furia, su voz atravesaba la sala como una navaja. «¿Todavía crees que puedes engañarme? ¿Te parezco idiota?». Dio un paso adelante, con la mirada implacable. «Entregue su teléfono. Ahora mismo. Si no hay nada incriminatorio, me disculparé delante de todos e incluso le daré una casa como compensación».
La asistente de ventas senior apretó la mandíbula y se mordió el labio. Pero no se movió. No podía. Los mensajes entre ella y Clifford seguían allí. Sus intercambios no solo eran explícitos, sino que rebosaban desprecio hacia Leona. Se había burlado de ella de la peor manera posible y había dicho cosas mucho más crueles que las que Christina había insinuado. Si alguien veía esos mensajes, no solo arruinaría su carrera, sino que podría destruirla.
Las manos de la dependienta principal temblaban y sus ojos miraban nerviosamente a su alrededor, como un animal atrapado buscando una salida. Entonces, de repente, salió corriendo. Corrió hacia la entrada y lanzó un grito desesperado y teatral. «¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! ¡Me están atacando!».
Se oyeron exclamaciones en la sala, pero Leona no persiguió a la dependienta. No era necesario. Ahora todo estaba claro. El pánico, la negación, la actuación descarada… Todo apuntaba a una verdad innegable. Esa vendedora debía de haber tenido realmente una aventura con su marido. El peso de la traición golpeó a Leona como un golpe físico. Se tambaleó cuando le fallaron las rodillas y su visión se volvió borrosa.
Christina llegó justo a tiempo y sujetó a Leona antes de que se derrumbara. «Tranquila, señora Frazier», le dijo con suavidad.
—Gracias —murmuró Leona, aferrándose al brazo de Christina con algo más que apoyo físico: había auténtica gratitud en sus ojos.
Hace unos momentos, Leona casi había defendido a esa vile vendedora. Si no hubiera sido por Christina, que había intervenido, podría haberse vuelto contra ella por error. El peso de ese casi error le oprimía el pecho como una piedra.
—Le estoy muy agradecida, señorita Jones —dijo Leona con sinceridad—. Hoy me ha ayudado a ver cómo son realmente ciertas personas. Si alguna vez necesita algo, lo que sea, solo tiene que decírmelo.
Christina sonrió. —Ahora mismo, lo mejor que puede hacer es irse a casa y ocuparse de sus asuntos domésticos. Puede que no consiga recuperar el corazón de su marido, pero no renuncie a su riqueza.
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Las palabras la golpearon como un trueno sordo. Leona exhaló. A su edad, si el divorcio hubiera sido una opción, lo habría hecho hacía años. Sabía que no podía controlar el corazón infiel de su marido, pero Christina tenía razón: sin duda podía controlar las finanzas. Por ella misma. Y por sus hijos.
—Gracias por el consejo —dijo Leona en voz baja, mirando a Christina con un respeto renovado.
Christina sonrió. —Y cuide su salud, señora Frazier. Al fin y al cabo, es su mayor tesoro.
Sonaba como un comentario casual, casi demasiado casual. Pero algo en la forma en que Christina lo dijo, el brillo de sus ojos, el sutil peso de su tono, hizo que Leona se tensara. Sintió como si la mirada clara y aguda de Christina hubiera visto a través de algo.
Últimamente, Leona se sentía constantemente cansada, pero lo achacaba al estrés, a la falta de sueño y a la edad. Pero ahora, una inquietud le recorría la espalda. No podía ignorarla. Ya no. Si no obtenía una respuesta, temía no poder descansar en toda la noche.
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