De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 157
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Capítulo 157:
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Al mencionar a un «cliente premium», la actitud de Claude cambió en un instante. Su tono se volvió más agudo y alto. «¿Se han metido con uno de nuestros VIP?».
«Señor Palmer, la VIP de la que hablamos es la señorita Reed», comentó la asistente de ventas senior, bajando ligeramente la voz y señalando a Thea, que estaba de espaldas. «La heredera de la familia Reed».
Ese nombre le impactó como una descarga. Claude casi saltó en acción, apresurándose hacia Thea con una sonrisa aduladora. «Señorita Reed, es un verdadero honor que nos visite. Por favor, háganos saber si hay algo en lo que podamos ayudarla».
Para Claude, Thea no era solo otra compradora, era la joya de la corona del Grupo Reed, la querida hija del presidente. Conseguir incluso el más mínimo gesto de aprobación por su parte podría cambiar el rumbo de su carrera de la mejor manera posible. Tanto en el comercio minorista como en los negocios, las conexiones a menudo importaban más que las habilidades. Un solo respaldo poderoso podía abrir puertas que el esfuerzo por sí solo nunca habría logrado. Incluso el favor más modesto de un titán corporativo podía dar un nuevo impulso a una empresa en dificultades. Aunque su cargo no fuera más que el de gerente de tienda, Claude sabía que Thea era la escalera que necesitaba para llegar más alto.
Con los brazos cruzados y la mirada fría, Thea ladeó la cabeza, con una sonrisa de satisfacción en los labios. —Sinceramente, ¿el servicio de su tienda? Como mucho, mediocre.
—Lamentamos mucho que lo vea así. Si hay algo concreto que le gustaría que corrigiéramos, lo haremos de inmediato.
Claude respondió apresuradamente, con la sonrisa aún en los labios, aunque con un ligero gesto de tensión.
La irritación se reflejó en los ojos de Thea cuando miró a Valerie, la que se había atrevido a hablar en nombre de Christina. Solo verla le ponía los nervios de punta. Sin dudarlo, señaló a Valerie con el dedo. —Empieza por despedirla —dijo con voz llena de arrogancia.
La conmoción se reflejó en el rostro de Valerie, que abrió ligeramente la boca mientras las lágrimas comenzaban a brotar. Se volvió hacia Claude, con una súplica silenciosa brillando en sus ojos. No esperaba que la defendiera, pero una sola palabra de justicia no habría sido demasiado pedir.
Sin embargo, no recibió ninguna muestra de compasión. Claude la miró con frialdad y dijo sin emoción: «Puedes retirarte».
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La justicia, como Valerie acababa de aprender, tenía un precio que no esperaba pagar tan rápidamente. La imagen de su padre conectado a las máquinas del hospital pasó por su mente. El pánico se apoderó de su pecho, se abalanzó hacia adelante y agarró el brazo de Claude. «Por favor, señor Palmer, no me deje así», gritó, con las lágrimas cayendo libremente. «Se lo ruego. Este trabajo… He luchado mucho para conseguirlo. Mi padre está en el hospital, mi madre está demasiado enferma para trabajar y mi familia depende de lo poco que gano. Solo una oportunidad más, por favor».
Al otro lado de la habitación, Katie puso los ojos en blanco y esbozó una sonrisa burlona. «Patética. ¿Ahora intentas que nos compadezcamos?».
«No malgastes tu aliento. La compasión no paga los sueldos —dijo Claude con tono seco y definitivo. El mundo estaba lleno de gente desesperada, pero si intentaba rescatarlos a todos, ¿cómo iba a trabajar y ganarse la vida?
Valerie miró a Claude, pero su rostro permaneció impasible, frío, indescifrable. La desesperación se apoderó de ella al darse cuenta de que era inútil suplicarle. Si alguien podía cambiar esta situación, era Thea.
Valerie desvió la mirada de Claude hacia Thea. —Señorita Reed, por favor… No deje que el señor Palmer me despida. Si pierdo este trabajo, toda mi familia estará perdida.
Las lágrimas brotaron de sus ojos, la desesperación se aferraba a cada palabra. No solo estaba suplicando por ella misma: ese trabajo era su salvavidas.
Encontrar otro trabajo era posible, pero no tenía tiempo. Las facturas del hospital vencían pronto. El alquiler no iba a esperar. ¿Y sus ahorros? Apenas le alcanzaban para llegar a fin de mes. Acababa de empezar aquí, pero había conseguido cerrar una venta, su primera pequeña victoria con la comisión. Con esfuerzo, podría haber ganado un sueldo digno si no la despidieran ahora.
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