De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 153
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Capítulo 153:
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—Vaya, vaya, mirad quién es. ¡Oh! Si es mi desvergonzada ex cuñada —la voz teatral de Katie atravesó la boutique como una espada envuelta en seda, atrayendo al instante todas las miradas de la tienda.
Los clientes se volvieron, con la curiosidad a flor de piel. Varios dependientes intercambiaron miradas cómplices. Todos los ojos se posaron en Christina. Y entonces llegaron las miradas: lentas y deliberadas. Juzgadoras. Medidoras. Los rostros se transformaron en máscaras de desdén. Los labios se curvaron en un desprecio velado y, en algunos, la envidia apenas disimulada hervía bajo la superficie.
—Katie, ¿es esta la que me contaste? —Una chica que flanqueaba a Katie alzó la voz, con tono burlón—. ¿La ex cuñada que no puede dejar de perseguir a los hombres y de causar dramas?
Pero detrás del desprecio, bajo el veneno, brillaba algo más: envidia. Había algo que no cuadraba con la Christina que Katie había descrito.
Katie siempre había pintado a Christina como una ama de casa aburrida y tímida, con el pelo como un nido de pájaros, gafas gruesas que se le resbalaban por la nariz y apenas un susurro en lugar de voz. Un fantasma en el fondo de la vida doméstica. ¿Pero la mujer que tenían ahora delante? Elegante, serena, llamativa. No se limitaba a estar allí de pie, sino que dominaba el espacio, como si estuviera en el centro de atención, y no en las sombras que Katie había descrito.
—Es ella —dijo Katie con desdén, vertiendo veneno en cada palabra—. Mi hermano tuvo la desgracia de casarse con esa zorra. Ha puesto a toda nuestra familia patas arriba. Su tono era teatral, exagerado para llamar la atención. Le resultaba muy fácil difundir rumores.
¿Pero Christina? Ella permaneció imperturbable. Su expresión era indescifrable, como si la escena que se desarrollaba a su alrededor no fuera más que ruido de fondo. Fue Chloe quien estalló: «¡Eso no es cierto! ¡Christina no es así!».
«¿Y quién es esta? ¿Alguien que se cree el numerito de esa zorra?». Katie arqueó una ceja, divertida por el arrebato. Soltó una risa burlona, cubriéndose la boca con delicadeza, como una villana de telenovela. «No me digas que también ha seducido a tu padre».
La chica chasqueó la lengua con sorna. —Vaya. Debe de ser un anciano. ¿Ahora es tu tipo? ¿No tienes ningún criterio?
Los ojos de Chloe se encendieron de furia. —¡Eso es mentira! Mi hermano es…
—¡Basta! —La voz de Christina cortó la tensión, fría y autoritaria—. Si ya han terminado de hablar, piensen en marcharse.
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Su mirada, fría como el hielo, se clavó en Katie y su compañera. Sin decir una palabra, tomó la mano de Chloe y le dio una palmadita en el dorso, una señal silenciosa para que se contuviera.
Pero la rabia ya hervía en Katie y la chica. —¿Que nos larguemos? —siseó la chica, con los ojos brillantes—. ¿Tienes idea de con quién estás hablando? ¿Quién te crees que eres?
La mirada de la chica podría haber derretido el hielo, pero Christina ni se inmutó. —No me importa quién seas —respondió con voz baja y tranquila—. He dicho que se vayan. Ya es suficiente.
Antes de que la tensión pudiera aumentar aún más, la dependienta intervino, con voz aduladora, y presentó a Christina: «Esta es la señorita Thea Reed. Heredera del Grupo Reed y una de nuestras clientas más valiosas».
Su tono era casi reverencial, como si la sola presencia de Thea fuera un privilegio.
El Grupo Reed: una de las cinco grandes corporaciones de Dorfield. Un imperio construido sobre la riqueza y la influencia.
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