De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1330
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Capítulo 1330:
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No había nada más cruel que quebrantar el espíritu de alguien. Nelly sentía un dolor insoportable, ahogada por el arrepentimiento de cada decisión que había tomado.
Se arrepentía de no haber sido despiadada antes: si hubiera entregado a Katy a Darian antes, tal vez su hijo no habría corrido esa suerte.
«Me duele…», jadeó Nelly, apretando los dientes mientras el sudor le corría por la pálida frente. «El antídoto… el antídoto. … corazón… dame el corazón…».
Luchó por hablar, suplicando a Katy que le arrancara el corazón a Terence para poder consumirlo.
La agonía la atravesaba como un tormento nocturno del infierno, drenándole la vida misma. Todo era culpa de la maldita Davina.
Katy se sentó, con expresión inexpresiva, observando el sufrimiento de Nelly con calma distante, tarareando suavemente una canción de cuna.
Era la misma canción de cuna que Nelly solía cantarles cuando eran niños.
Los recuerdos se agitaron en la mente de Katy: los días en que sus padres la adoraban, cuando vivía como una pequeña princesa mimada y bañada en amor.
Pero sus recuerdos se enredaron en confusión y dolor.
Incluso ahora, sabiendo la verdad, una parte de ella seguía negándose a aceptar que había sido la menos querida. Antes la habían tratado con tanta ternura…
Cuando llegó el amanecer, el efecto del veneno comenzó a desaparecer. Nelly jadeaba en busca de aire, con el rostro pálido como el de un fantasma, aferrándose a la vida por un hilo frágil.
Katy, que había permanecido inmóvil hasta entonces, de repente cogió un cuchillo afilado y se puso de pie.
Se acercó a Nelly, con los ojos fríos e insensibles. —Mamá, es hora de que te vayas. Papá y Conrad te están esperando.
Sin darle a Nelly ni un momento para respirar, Katy le clavó el cuchillo una y otra vez.
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Incluso después de que el cuerpo de Nelly quedara inmóvil, Katy siguió apuñalándola, impulsada por un odio que le calaba hasta los huesos.
Cuando terminó, miró los cuerpos sin vida y exhaló suavemente, con una leve sonrisa de alivio en el rostro. Por fin se habían ido, y con ellos la sombra de su muerte inminente.
Katy se dirigió a la cocina y cogió un cuchillo afilado para deshacerse de los restos.
La noche anterior había drogado a los tres y despedido a todos los sirvientes de la casa.
Ahora era la única alma viviente en la vasta y silenciosa villa. Tarareando una alegre melodía, regresó a la habitación manchada de sangre con el cuchillo en la mano.
Al instante siguiente, el cuchillo se le resbaló de las manos y cayó al suelo. Sus ojos recorrieron la habitación, abriéndose con sorpresa e incredulidad.
¿Dónde… estaban? Los tres cuerpos que había atado a las pesadas sillas habían desaparecido. Se suponía que estaban muertos, ¡completamente muertos, irrevocablemente muertos!
Al día siguiente, Davina miró fijamente el reportaje de las noticias.
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