De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1303
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Capítulo 1303:
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La habitación estaba envuelta en un silencio denso y pesado. Nadie sabía cuánto tiempo duró hasta que su subordinado finalmente habló.
—Señor, necesita que le curen esa herida inmediatamente. Si espera más, podría infectarse…
Tan pronto como terminó, volvió el silencio, aún más pesado que antes.
Terrence no se movió; su mirada permaneció fija en el oscuro horizonte. Después de lo que pareció una eternidad, su voz finalmente rompió el silencio, baja y distante.
«Trae al médico», dijo con tono seco, frío y desprovisto de su habitual tono burlón.
Sus ojos, que brillaban levemente, parecían profundos, indescifrables, como aguas tranquilas que ocultan una tormenta en su interior.
«¡Sí, señor!», respondió rápidamente su subordinado antes de salir corriendo a buscar al médico privado de Terrence.
Poco después, llegó el médico.
Dejó su maletín sobre la mesa e hizo una ligera reverencia. «Señor, por favor, quítese la camisa».
Terrence no respondió. Se bebió el último sorbo de vino de un trago lento y extendió la copa vacía sin decir nada. Su subordinado se adelantó de inmediato, le quitó la copa con cuidado y la dejó silenciosamente sobre la mesa.
Terrence se desabrochó lentamente los puños y la camisa, con la mirada fija en el exterior.
Se quitó la chaqueta negra, dejando al descubierto una camisa blanca impecable.
La tela blanca ya estaba manchada de sangre de color rojo oscuro. Su color intenso contrastaba con la tela pálida.
Se quitó la camisa por completo, dejando al descubierto unos hombros fuertes y un cuerpo delgado y bien definido.
Cuando su espalda quedó completamente al descubierto, la visión fue suficiente para hacer callar a cualquiera.
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Su espalda estaba marcada por innumerables marcas de latigazos, cada una de ellas cruelmente grabada en su carne.
Las cicatrices antiguas y nuevas se entrelazaban, como un patrón marcado profundamente en su piel.
Cada marca contaba una historia de brutal sufrimiento, despertando la compasión y la ira silenciosa en cualquiera que las mirara.
Terrence no había soportado azotes como estos desde su juventud. Las viejas cicatrices de su cuerpo eran un recordatorio de los castigos que había soportado cuando era más joven.
Las heridas recientes eran por desobedecer las órdenes de su abuelo. Después de mucho tiempo, volvió a sentir el agudo pinchazo del látigo.
Recordaba lo mucho que le había dolido antes, pero esta vez, el dolor en su cuerpo no era nada comparado con el profundo dolor en su pecho.
Mientras el médico privado le limpiaba las heridas, Terrence se estremeció. Sus manos, colgando a los lados, se cerraron lentamente en puños apretados.
El dolor le quemaba la piel, pero lo que lo hacía insoportable era el recuerdo de aquel momento desgarrador que se repetía en su mente.
Aunque Christina no se preocupaba por él, no se arrepentía de haber desafiado a su abuelo. Estaba dispuesto a arriesgarlo todo con tal de asegurarse de que ella estuviera a salvo.
Si su abuelo se negaba a ceder, la vida de Christina seguiría en peligro.
Por muy fuerte que fuera, seguía siendo humana. Tarde o temprano, no podría sobrevivir a los interminables intentos de asesinato.
Pero una vez que destruyera a Dylan y a toda la familia Scott, Christina estaría finalmente fuera de peligro.
Terrence se sentía desgarrado y desconsolado porque ella nunca se había vuelto a mirar atrás, pero extrañamente aliviado porque aún podía luchar para que su abuelo le mostrara misericordia.
Sus emociones estaban a flor de piel, pero su determinación se mantenía firme. No importaba el coste, había tomado una decisión. Christina sería suya.
Quería darle lo mejor que la vida podía ofrecer.
Fuera lo que fuera lo que Christina quisiera, iría hasta los confines del mundo para conseguirlo.
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