De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1298
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Capítulo 1298:
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«Te dije que no te sobrepasaras. Pero no me hiciste caso», dijo Terrence, con una sonrisa fría y retorcida en los labios.
«¿Entonces voy a morir por ello hoy?», preguntó Besty, parpadeando entre lágrimas, sin dejar de mirarlo como si fuera todo su mundo.
Incluso con la muerte acechándola, lo amaba, locamente, sin remedio. Su corazón le había pertenecido durante tanto tiempo que no sabía cómo recuperarlo.
«Tienes que hacerlo», dijo Terrence con voz aguda y despiadada, impregnada de intenciones mortales.
Besty soltó una risa amarga, teñida de una pizca de autocrítica. «Te amo como una loca… y ahora vas a matarme», susurró, apenas conteniéndose.
Su risa se volvió salvaje, casi maníaca. Las lágrimas le corrían por la cara, calientes e implacables.
«¡Jajaja! ¿Qué coño he hecho mal? ¿Eh? ¡Dímelo! ¿Por qué coño me merezco esto?», gritó como si se le estuviera rompiendo el alma. Era como si él le hubiera metido la mano en el pecho y le hubiera arrancado el corazón sin pensárselo dos veces.
El dolor no era solo emocional, era físico, agudo y constante, como electricidad recorriendo sus venas.
El rostro de Terrence se volvió frío como el hielo. Sin pestañear, lanzó un pequeño cuchillo que se clavó profundamente en el hombro de Besty.
Besty jadeó, un grito desgarrador brotó de su garganta cuando el dolor explotó en su hombro.
Él no había cambiado, seguía siendo despiadado como el infierno. Solo que ahora era ella la que sangraba.
Antes, ella solo había observado. Lo había visto torturar a personas, matarlas lentamente. No había pestañeado. Incluso lo había admirado, alabado lo certero que era, cómo la hoja nunca fallaba.
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Ahora era ella la que estaba atada e indefensa, atrapada en la misma trampa que una vez había visto en otros.
Esbozó una risa frágil, aunque por dentro sus emociones se retorcían violentamente. El dolor en el hombro apenas se notaba junto al dolor abrasador en su corazón.
Terrence se acercó, acortando la distancia entre ellos, y le sujetó la barbilla con un agarre despiadado mientras se inclinaba hacia delante.
Seguía luciendo esa sonrisa diabólica, con los ojos fríos y rebosantes de disgusto.
—Tu mayor error fue atreverte a ponerle la mano encima. Su tono era tan frío como una navaja, y cada palabra atravesaba el corazón de Besty.
Besty sintió que la mandíbula se le rompía por la presión, pero aun así una risa brotó de sus labios, mezclándose con las lágrimas que caían de un corazón destrozado sin remedio.
«¡No! Mi único error fue no darme cuenta de lo obsesionado que estás con tu preciosa nueva amante», siseó Besty entre dientes.
En realidad, su mayor fracaso había sido dejar escapar a Christina. Si se hubiera deshecho de Christina para siempre, nada de este lío habría existido.
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