De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1288
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Capítulo 1288:
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Mientras ella servía la comida en su plato, Dylan sintió una cálida oleada de felicidad invadirlo.
Cuanto más tiempo pasaba con ella, más difícil le resultaba imaginar que se marchaba de esta ciudad. En silencio, esperaba que ella volviera pronto con él.
«Come», dijo Dylan, colocando su comida favorita en su plato. «Si no estoy y te apetece algo, ve a Morfort. Diles que te lo preparen solo para ti».
Christina sonrió suavemente. «Cuidado, podría acabar dejándote sin un centavo».
—Ganaré más —dijo Dylan con una sonrisa arrogante.
—Eres realmente impresionante —dijo Christina, con un tono lleno de admiración genuina.
Normalmente, habría pensado que alguien estaba presumiendo al decir esas palabras. Pero Dylan no era así.
Tenía un don excepcional para los negocios y un instinto agudo para ganar dinero.
Incluso si lo perdiera todo, ella sabía que lo reconstruiría desde cero sin sudar ni una gota.
Su sencillo cumplido hizo que Dylan sonriera sin darse cuenta.
«¿Qué parte de mí es tan impresionante, eh?», bromeó Dylan, claramente buscando más elogios.
Sabía que, una vez que volviera a Dorfield, volvería a estar solo. Así que se aferró a esos dulces momentos como si fueran oro.
«Todo lo que hay en ti», dijo Christina con una sonrisa, mientras le daba de comer con delicadeza un trozo de cerdo estofado.
«Por ejemplo, tu cocina.
Realmente creo que es la mejor. La comida de nadie más se le acerca. Tus platos son increíbles… solo saber que podré comer tu comida durante el resto de mi vida me hace muy feliz», dijo Christina con sinceridad.
Su tono era tan genuino que Dylan no pudo evitar sentirse profundamente complacido.
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Dylan se rió suavemente. «Lo que quieras, lo cocinaré. Seré tu chef personal de por vida».
Christina sonrió tímidamente, mirándolo a los ojos con una felicidad tranquila.
Su relación no era apasionada ni dramática. Algunos incluso dirían que era normal. Pero para ella, era perfecta.
A veces se imaginaba envejeciendo juntos y se preguntaba si seguirían siendo tan felices.
En una vasta finca de lujo en Violetford, una gran mansión se alzaba como un castillo, majestuosa e intimidante.
Dentro de una habitación con poca luz, los muebles se desvanecían en las sombras. Terrence entró y vio una figura en sombras sentada en silencio en una silla de ruedas.
«¿Has tomado una decisión?», preguntó una voz vieja y ronca, seguida de una tos seca.
«¿Puedes dejarla ir?», preguntó Terrence en voz baja, con la voz tensa.
«Si tú no puedes hacerlo, haré que otra persona se encargue», respondió el hombre con frialdad, con un tono firme y autoritario.
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