De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1254
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Capítulo 1254:
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Ophelia Vaughn vio a su abuela Florrie Jones llorando. Se preocupó y se alteró tanto que empezó a caminar nerviosamente de un lado a otro y luego se acercó suavemente para secarle las lágrimas a Florrie.
«Abuela, ¿por qué lloras? ¿Te vuelven a doler los ojos?», preguntó Ophelia con voz llena de preocupación.
Florrie no se había sentido bien últimamente. Tenía un problema de salud tras otro.
Había ido al hospital por sus problemas de visión, pero los médicos no habían encontrado nada grave.
Quizás todo se debía a un profundo remordimiento que le pesaba en el corazón desde hacía años.
Hace años, Florrie había perdido accidentalmente a una de sus nietas. Desde entonces, se sentía abrumada por la culpa y la tristeza, y lloraba tanto que casi se había quedado ciega.
Aunque los padres de la niña fallecida, Hurley y Beth Jones, nunca habían culpado a Florrie, ella seguía sintiéndose muy mal por ello. La culpa la carcomía. Se convirtió en un remordimiento que nunca abandonó su corazón. Todos los negocios de Hurley tenían su sede en Lionesspaw, mientras que Florrie y los demás llevaban años viviendo en el extranjero.
Cada año, cuando volvían de visita, seguían buscando a la desaparecida. Pero hasta ahora no habían encontrado ni la más mínima pista.
Quizás esa niña ya estaba…
Una fugaz tristeza cruzó los ojos de Ophelia, y la pesadez de la impotencia se instaló en lo más profundo de su pecho.
Ver a Florrie así le partía el corazón a Ophelia, y la fragilidad de Florrie no hacía más que aumentar la carga que llevaba.
Ophelia solo podía aferrarse a una desesperada esperanza: que su prima desaparecida aún estuviera viva, en algún lugar.
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Si era así, entonces aún podría haber una posibilidad de encontrarla. Pero esa esperanza parecía un sueño lejano, algo que Ophelia no podía alcanzar. Dado que Florrie estaba envejeciendo, Ophelia no podía evitar pensar: ¿y si se acababa el tiempo antes de encontrarla?
Una idea aterradora cruzó por su mente: si no encontraban pronto a su prima, Florrie podría dejar este mundo con ese pesar sobre ella.
«Estoy bien. Solo tengo una pestaña en el ojo», murmuró Florrie, esbozando una sonrisa forzada para ocultar el quiebro de su voz.
Sus ojos recorrieron la sala, con un destello de desesperación en la mirada, como si buscara una imagen de su nieta perdida en el abarrotado vestíbulo del hospital.
Si Florrie no hubiera perdido a su nieta hacía tantos años, tal vez su nuera no habría sufrido en silencio, soportando sola el dolor para aliviar la culpa de Florrie.
Si no fuera por su inquebrantable voluntad de encontrar a esa niña una vez más, Florrie podría haber renunciado a su vida hace mucho tiempo. Si descubriera que la niña había desaparecido, Florrie seguramente iría al cielo para reunirse con ella.
Ophelia sabía que las palabras de Florrie eran solo un escudo para ocultar su dolor, pero no se lo recriminó. En cambio, le dijo con dulzura: «Abuela, ya tenemos la medicina. Vamos a casa».
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