De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 125
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Capítulo 125:
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Era una tormenta al volante.
En las gradas, Katie estaba prácticamente levitando en su asiento, con las uñas clavadas en las palmas de las manos. «¡Vamos, Elliott! ¡Acelera! ¡No dejes que te adelante, pásala!».
Brendon miró fijamente la elegante máquina que Christina conducía. Algo se retorció en su estómago, como si el suelo se hubiera movido bajo una verdad que nunca vio venir. Esta no era la Christina que él conocía. No era la mujer con la que se había casado y de la que se había alejado. ¿Cuántos secretos le había ocultado?
A su lado, Yolanda se dio cuenta de que sus ojos estaban pegados a la pantalla, siguiendo cada movimiento de Christina. Una chispa de irritación se encendió en su pecho.
Tras un momento de tenso silencio, se tragó su irritación y murmuró: —¿Crees que Elliott está conteniéndose con Christina?
—¿No es obvio? —La respuesta de Katie fue rápida, tajante y llena de convicción—. Es imposible que alguien como Elliott pueda perder contra ella. Está dejando ganar a propósito. Su voz transmitía la certeza de que la idea de que Christina ganara por méritos propios era ridícula.
—Pero lo trajeron para ayudar a Bruno —dijo Yolanda en voz baja, frunciendo el ceño—. Si la está dejando ganar, ¿no significa eso que le gusta?
—¡Imposible! —exclamaron Katie y Brendon al unísono, con tono tajante y a la defensiva.
—Elliott nunca se fijaría en una divorciada acabada —añadió Katie, con desdén en el tono de voz.
Brendon mantuvo el rostro impasible y la voz firme como el acero. —Es mayor que él. Y ha pasado por un divorcio. No es su tipo, nunca lo será.
—Sí… Supongo que tienes razón —murmuró Yolanda, frunciendo la nariz con un vago disgusto—. Ni siquiera he oído hablar de Elliott como ligón. Apenas tiene mujeres a su alrededor. Debe de vivir como un monje.
—Exacto —dijo Katie con una sonrisa presumida y segura de sí misma—. Un hombre como él no pierde el tiempo con don nadie. Se merece a alguien excepcional.
Katie no tenía ninguna duda: ella era la mujer hecha para Elliott. ¿Cualquier otra? Solo ruido de fondo. Si alguna mujer desesperada pensaba que podía interponerse y arrebatárselo, ella acabaría con esa fantasía antes de que tuviera oportunidad de nacer.
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Perseguir a Dylan había sido una causa perdida, pero ¿Elliott? Él era diferente. Y si no podía colarse en la élite de la familia Scott, bueno, conseguir un lugar en el prestigioso linaje Hubbard no era un mal plan B.
Yolanda no pudo evitar fijarse en la mirada soñadora de Katie, y una sonrisa divertida se dibujó en sus labios. Sinceramente, era ridículo. ¿Katie, precisamente ella, pensaba que tenía alguna posibilidad de casarse con alguien de la familia Hubbard? Ni en un millón de años. Sigue soñando, querida.
Acurrucada contra Brendon, Yolanda mantuvo la mirada fija en la pantalla gigante, con la mente ya varios pasos por delante. No tenía intención de quedarse mucho tiempo con Brendon. El verdadero premio era Elliott, y en su mente, estaba destinada a reclamar el título de esposa; nadie más ocuparía ese lugar.
No muy lejos, escondidos entre las sombras, dos hombres llamativos se mantenían en silencio, apartados de la multitud. Todo en ellos irradiaba una confianza natural, desde su porte elegante hasta el aire sutil y aristocrático que parecía distinguirlos.
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