De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1246
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Capítulo 1246:
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—Dime el precio exacto —dijo con voz tranquila—. Te transferiré el dinero.
Ralphy bajó la mirada. Las palabras lo atravesaron como una aguja, y el dolor se extendió por su pecho.
Ella seguía manteniendo la distancia. Insistía en dejar todo claro y resuelto, como si le aterrorizara deberle algo.
Le dolía más de lo que quería admitir.
Otras mujeres se le insinuaban, pero Davina siempre se alejaba, fría, intocable.
Era la primera vez que sentía algo real, pero el camino que tenía ante sí no era más que espinas: sin progreso, sin esperanza.
Quizás ese era el castigo que se merecía por los errores de su pasado.
—No hace falta. Es un regalo mío —dijo Ralphy, con un ligero tono de impotencia en su voz.
—Eso no es suficiente —respondió Davina con firmeza.
Tras una breve pausa, añadió: «Entonces te transferiré veinticinco millones».
—No lo hagas —dijo él rápidamente. Si hubiera sabido que ella insistiría en pagarle, nunca habría mencionado el costo.
—No me gusta deberle nada a nadie —dijo Davina con firmeza, mirándolo a los ojos—. Especialmente por algo tan caro.
—Si no los quieres, entonces tíralos. No acepto devoluciones de regalos, ni tampoco pagos por ellos —dijo Ralphy, con irritación en su voz.
Davina lo miró fijamente, sin saber qué decir. Más de veinte millones, ¿y él le decía que simplemente los tirara?
No se atrevía a hacerlo, pero como él se negaba a recuperarlos, se los quitó en silencio y los dejó a un lado en el coche.
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Verla quitarse las sandalias y ponerse las gastadas le provocó un doloroso nudo en el pecho a Ralphy. Bajó la mirada y sus pestañas temblaron levemente mientras una silenciosa ola de decepción cruzaba su rostro.
La gente siempre lo llamaba playboy, pero eso era solo un rumor: ni siquiera sabía cómo conquistar el corazón de una mujer.
Había probado todos los consejos que le había dado a Dylan, pero ninguno funcionó con ella.
Ahora, por fin entendía que esos supuestos «grandes trucos» podrían haber condenado a Dylan en lugar de ayudarlo.
Solo podía esperar que Dylan no viniera a buscar venganza cuando se diera cuenta.
Ralphy dejó escapar un pequeño suspiro. Al fin y al cabo, ambos eran hombres atrapados por el amor.
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