De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1232
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Capítulo 1232:
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«Davina, ¿te estás divirtiendo?».
«¡Sí, mamá! ¡Es muy divertido! ¡Ven a sentarte conmigo!».
«Está bien, cariño, hazme un poco de espacio».
«¡Mamá! ¡Está muy alto! ¡Tengo miedo!».
«No tengas miedo, cariño. Mamá está aquí».
Las palabras resonaron en su corazón como el fantasma de una canción de cuna. Los ojos de Davina brillaron y las lágrimas brotaron libremente por sus mejillas.
«Mamá…». Su voz temblaba mientras se inclinaba hacia adelante, con los brazos extendidos hacia una ilusión.
Pero su abrazo solo encontró el vacío. Perdió el equilibrio y se desplomó en el suelo.
El frágil espejismo se hizo añicos al instante.
El jardín volvió a quedar en silencio: sin columpio, sin mamá, sin las risas de su infancia. Solo los árboles, inmóviles e indiferentes.
El dolor le desgarró el pecho, crudo y consumidor. Sus sollozos rompieron el silencio.
«Mamá… ¡He vuelto! ¡He venido a llevarte a casa! Mamá… ¡Te extraño tanto!».
Sus llantos se derramaron sobre la tierra mientras se agachaba, temblando de dolor.
Luego, lentamente, se secó las lágrimas. La tristeza de sus ojos se enfrió y se convirtió en determinación por venganza.
Apretó los puños. Su voz, aunque suave, transmitía furia.
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«Mamá, les haré pagar. A todos y cada uno de ellos. Los Murray te destruyeron, y yo recuperaré todo lo que te robaron. Sufrirán por lo que han hecho».
Se levantó con movimientos bruscos y se volvió hacia la villa con una determinación inquebrantable.
Cada paso que daba era como una promesa: cobraría la deuda, sin importar el costo.
Dentro de la sala de estar, el aire estaba cargado de impaciencia.
—¿Por qué tarda tanto? —murmuró Nelly, mirando nerviosa hacia la entrada—. ¿Se escapará?
Terence se burló, con tono despectivo. —No irá a ninguna parte. Lo único que quiere es nuestra fortuna y las comodidades que esta conlleva.
Antes de que Nelly pudiera responder, una sombra se extendió por la puerta.
Davina se encontraba enmarcada por la luz del sol, su figura perfilada en oro y rebeldía.
Terence y Nelly se quedaron paralizados por un momento, tomados por sorpresa. Luego, al darse cuenta de quién era, se recompusieron rápidamente y se apresuraron a saludarla.
«¿Así que tú eres Davina?», preguntó Nelly con una cálida sonrisa, en un tono suave y acogedor, mientras extendía la mano para estrechar la de Davina.
Pero Davina retrocedió inmediatamente, con expresión fría, mostrando un claro disgusto.
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