De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1211
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Capítulo 1211:
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«¿Te sientes mejor?», preguntó Dylan con tono tranquilo y cálido.
«Sí, mucho mejor», respondió Christina.
«Si alguna vez te sientes mal, dímelo enseguida. No te lo guardes para ti», dijo Dylan con voz firme pero amable.
—De acuerdo —murmuró Christina, volviendo a alcanzar la taza, pero Dylan la detuvo.
—Déjame a mí —dijo Dylan, con un tono que no admitía réplica, mientras se sentaba a su lado y cogía la cuchara—. Yo te daré de comer.
Le preocupaba que se atragantara de nuevo, así que quería que bebiera despacio.
Dylan tomó una cucharada de leche y se la llevó con cuidado a los labios.
—Puedo hacerlo yo sola —dijo Christina, con las mejillas sonrojadas por la timidez.
«No, no puedo relajarme si bebes así», respondió Dylan con un ligero fruncimiento de ceño. Estaba decidido a cuidar de ella él mismo.
Al ver que él no iba a ceder, Christina abrió la boca en silencio, rindiéndose.
Dylan la alimentó pacientemente, una cucharada tras otra, con movimientos pausados y tiernos. Ni una sola vez mostró un atisbo de impaciencia. La trataba con tanto cuidado porque ella lo era todo para él.
Si no fuera así, podría haber descartado su comportamiento como mera inquietud.
Sus pensamientos se remontaron al pasado, a una época en la finca de Dawson en la que había estado ardiendo en fiebre. La fría indiferencia y la impaciencia de Brendon la habían herido profundamente entonces. Esa era la diferencia entre ser amada y ser ignorada.
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Dylan notó su silencio y la miró con curiosidad. —¿En qué piensas? —le preguntó en voz baja.
—Estoy pensando… —dijo Christina con una sonrisa amable, inclinando la cabeza para mirarlo a los ojos.
—¿Pensando en qué? —preguntó Dylan, inclinándose ligeramente hacia ella, con tono ansioso y un poco nervioso.
«Estoy muy contenta de haberte conocido. Me siento muy afortunada de tenerte en mi vida. Eres lo mejor que me ha pasado nunca», dijo Christina con calidez.
El corazón ansioso de Dylan se calmó al instante y una lenta sonrisa se extendió por su rostro.
«Yo siento lo mismo. Conocerte es mi mayor bendición, y espero que esa bendición dure para siempre».
—Lo será —dijo Christina con tranquila certeza.
Esas dos sencillas palabras llenaron a Dylan de tal alegría que sintió como si todo el mundo se hubiera iluminado. «Bébete la leche antes de que se enfríe», dijo con dulzura.
«De acuerdo», respondió Christina con una sonrisa y tomó la leche que él le ofrecía, bebiendo obedientemente.
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