De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1144
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Capítulo 1144:
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«¡Por supuesto que lo es!», espetó Joselyn, alzando la voz. «¡Si no estuvieras enferma, mi hijo no estaría en este lío! ¡Eres una maldición, Yolanda! ¡Lo estás arrastrando hacia abajo!».
«Lo siento…», susurró Yolanda, con la voz apenas audible entre las lágrimas.
«¿Lo sientes?», se burló Joselyn. «¿Qué demonios soluciona el arrepentimiento? ¡Mi hijo, mi Brendon, nunca había tenido que sufrir así antes de que tú aparecieras!».
La ira de Joselyn solo se avivó más. Se puso de pie de un salto, con la mano levantada para darle otra bofetada.
Pero antes de que pudiera golpearla, Yolanda se arrodilló. Joselyn se quedó paralizada en medio del golpe, momentáneamente atónita.
Joselyn estaba a punto de regañar a Yolanda cuando, para su horror, vio que Yolanda de repente comenzó a abofetearse a sí misma con desesperación salvaje. La impactante escena dejó a Joselyn completamente estupefacta.
¿Yolanda había perdido la cabeza de repente?
«¡Lo siento! ¡Es culpa mía que Brendon haya tenido que pasar por esto! ¡Soy culpable!», sollozó Yolanda, cada palabra entrecortada por otra dura bofetada contra sus propias mejillas.
La lamentable escena hizo que Joselyn vacilara; ya no se atrevía a seguir regañando a Yolanda. Pensó que tal vez ahora se podría resolver el asunto. Yolanda sabía claramente que había cometido un error. Podrían hablar con Brendon más tarde, convencerlo de que abandonara la idea y todo volvería a la normalidad.
Pero antes de que pudiera pronunciar una palabra, la furiosa voz de Brendon retumbó detrás de ella.
—¡Mamá! ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Por qué tratas así a Yolanda? ¡Es mi esposa!
Joselyn se quedó paralizada al oír su ira. Se giró y se encontró con su mirada asesina, y su corazón se hundió en la desesperación. Había mimado a su hijo desde que era pequeño, pero ahora, por culpa de esta mujer, se atrevía a tratarla con tanta crueldad.
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«¿Qué le he hecho yo? ¡Ella es la que se ha arrodillado y ha empezado a pegarse! ¡Yo no le he dicho que lo hiciera! ¡Y después de todo lo que te ha hecho pasar, se lo merecía!», replicó Joselyn con frialdad.
—¡Brendon, no le hables así a tu madre! Todo esto es culpa mía, solo mía… —Los gritos de Yolanda se hicieron más fuertes y los golpes que se infligía a sí misma eran cada vez más fuertes.
Aquella imagen destrozó a Brendon. Luchando contra el dolor abrasador, apretó los dientes y se obligó a ponerse de pie, decidido a detenerla.
«Es culpa mía. Tu madre tiene razón. Nunca debí permitir que sufrieras así. Nunca debí haber hecho esto…».
Pero Yolanda se negaba a levantarse y luchaba por golpearse de nuevo mientras las lágrimas le corrían por la cara.
«Para, Yolanda. Por favor, levántate». Brendon la agarró con firmeza, la levantó en brazos y la volvió a acostar en la cama del hospital. «Nada de esto es culpa tuya. Fue mi decisión. Nadie tiene derecho a culparte».
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