De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 112
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Capítulo 112:
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Las rodillas de Brendon se doblaron y, por un momento, estuvo a punto de caer. Una pizca de preocupación brilló en los ojos de Yolanda, que se acercó para sostenerlo. —¿Estás bien?
Brendon respiró con dificultad y se obligó a calmarse. Parpadeó con fuerza y volvió a levantar la vista, mientras la niebla que nublaba su visión se disipaba. Logró responder en voz baja: —Estoy bien.
«Si realmente te encuentras mal, deberíamos volver al hospital», sugirió Yolanda con voz suave pero firme.
«No es necesario». Hizo un gesto con la mano para que se marchara, con los labios pálidos y apretados en una obstinada expresión de desafío. Ni por un momento pensó en marcharse. Estaba decidido a quedarse y ver cómo Christina perdía el combate. Más que nada, quería ser testigo de los trucos que utilizaría para llamar la atención de Bruno.
La intensidad en los ojos de Brendon era inconfundible, y Yolanda apretó los puños en silencio, frustrada. A pesar de su evidente malestar, se negaba a moverse, todo por Christina. ¿Por qué insistía en verla? ¿Quería verla fracasar o había algo más que no podía admitir?
Para Yolanda, Brendon había sido en otro tiempo como una cometa que podía guiar a su antojo. En el pasado, ella sostenía la cuerda y se sentía en control, dejándolo volar o acercándolo cuando le apetecía. Pero últimamente parecía que se le estaba escapando, que ya no estaba atado a ella. Esa inquietante sensación de perder el control la carcomía por dentro.
Yolanda fijó la mirada en Christina, con los ojos ardientes y una expresión tan aguda que parecía llena de veneno. En su mente, Christina era la culpable de todo. Ojalá Christina desapareciera.
Mientras tanto, en el centro de la arena, Bruno tenía la atención fija en Christina, incapaz de apartar la mirada. Durante mucho tiempo, creyó que la belleza salvaje y magnética de Davina era inigualable. Se sorprendió al darse cuenta de que la suplente de Davina era aún más impresionante, y solo verla le provocó una oleada de deseo. Miró a Davina con curiosidad, levantando una ceja, y su voz adquirió un tono burlón. —No me digas que esta es la suplente que has traído.
Davina le lanzó una mirada asesina. —Así es. ¿Y qué? —Con una media sonrisa, Bruno se inclinó hacia ella—. ¿Por qué no traes a un piloto experto para que luche por ti en la segunda ronda? Si no, la gente dirá que te estoy acosando.
Davina soltó una risa fría. —No hace falta.
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—Está bien. Pero recuerda que te ofrecí una oportunidad y la rechazaste. Si vuelves a perder en la segunda ronda, perderás el combate —dijo Bruno, con una sonrisa de satisfacción que dejaba claro que ya daba por ganada la victoria.
Davina puso los ojos en blanco y espetó: —¡Deja de perder el tiempo! Vas a perder de todos modos. ¡Empecemos!
Esa muestra de confianza hizo reír a Bruno. —¿En serio? ¿De verdad crees que tu amiga puede ganarnos? Qué gracioso».
Los compinches de Bruno estallaron en carcajadas ante su comentario. Uno de ellos se inclinó hacia ella con una sonrisa burlona. «Hablas con valentía, pero ¿tienes idea de a quién te enfrentas?».
«Nuestro piloto lleva años en el número dos del circuito profesional. Incluso si Skybreaker y Darknight participaran, seguiría estando entre los tres primeros, sin duda».
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