De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1118
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Capítulo 1118:
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Al ver que su silencio se prolongaba, Dylan sintió un nudo en el pecho, asumiendo que ella no aceptaría la intimidad que él anhelaba entre ellos. «No pasa nada», dijo en voz baja. «Aún nos queda tiempo por delante. Esperaré hasta que estés dispuesta».
Su voz grave transmitía una fuerza tranquilizadora, envolviéndola como un bálsamo, llena de paciencia y calidez.
Tras una larga pausa, Christina respiró hondo para calmarse. Una suave sonrisa se dibujó en sus labios mientras levantaba los ojos hacia él, con una mirada que brillaba con una sinceridad sincera. «Sí, el futuro se extiende lejos, pero la vida misma es frágil. Ninguno de nosotros puede evitar lo inesperado. ¿Por qué desperdiciar nuestros días en dudas cuando podemos alcanzar y agarrar la felicidad que tenemos delante?».
Sus palabras, pronunciadas con sutil firmeza, dejaron a Dylan momentáneamente aturdido. «¿Aceptas estar conmigo?». Su voz temblaba mientras intentaba en vano contener su alegría.
«Sí». Christina sonrió aún más mientras asentía con la cabeza. «Estemos juntos».
Los ojos de Dylan se llenaron de lágrimas por la emoción abrumadora, y el afecto le embargó hasta el punto de llorar mientras la abrazaba con fuerza. Por fin, se había ganado un lugar en el corazón de Christina.
«Chrissie, no me dejes nunca. Permanezcamos juntos, siempre». Sus brazos se aferraron a ella como si soltarla pudiera despertarlo de un sueño demasiado hermoso para ser real. La sensación de tenerla contra él era a la vez vívidamente real e increíblemente surrealista.
«De acuerdo», susurró Christina, con su aliento rozándole la oreja. «Mientras tú te quedes, yo no te dejaré».
Incapaz de contener la oleada de felicidad, Dylan la levantó en volandas y la hizo girar, riendo con un abandono juvenil.
Mientras tanto, tras su revisión en el hospital, Brendon merodeaba por los pasillos con expresión tormentosa, buscando a Christina y al hombre que imaginaba a su lado. En su mente, era obvio: el hombre por el que ella había mostrado una preocupación tan desesperada tenía que estar allí, escondido en algún lugar de aquel mismo lugar. La idea de que ella se preocupara tanto por otro hombre lo llenaba de un resentimiento ardiente. Cuando él había sido el herido, ella ni siquiera le había dedicado una mirada.
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—Brendon, ¿qué estás buscando exactamente? —la voz de Yolanda se impuso, teñida de irritación. Ya no se molestaba en suavizar el tono. Su matrimonio ya había sido registrado. Aunque los bienes de Brendon aún no habían sido notariados antes del matrimonio, ella estaba segura de que aún podía reclamar casi la mitad de ellos.
Armada con esa seguridad, ya no sentía la necesidad de complacer a Brendon con una paciencia infinita. El papel de la pareja humilde y complaciente se había vuelto insípido. Una vez que consiguiera todo lo que deseaba, nunca más permitiría que la familia Dawson la despreciara, y mucho menos Bethel, esa anciana insufrible.
Brendon se detuvo en seco y miró a Yolanda con desagrado. ¿Qué la había enfadado esta vez? ¿Se había dado cuenta de que en realidad estaba buscando a Christina y al hombre que estaba a su lado?
—He venido a buscar a un amigo —dijo Brendon con suavidad, sin sentir ni una pizca de culpa por mentir—. Está herido, así que quería ver cómo estaba.
Yolanda cruzó los brazos, claramente molesta. —Entonces, ¿por qué no llamaste? ¿Qué sentido tiene buscar sin éxito de esta manera?
Arrastrarla de un lado a otro la había agotado. Una llamada telefónica habría acabado con todo esto.
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