De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1085
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Capítulo 1085:
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«De acuerdo», respondió Dylan en voz baja. Cerró los ojos y fingió estar dormido.
Christina lo miró, fijándose en la forma obediente y dócil en que yacía allí, y su sonrisa se hizo más profunda. Cómo envidiaba a aquellos que vivían ajenos a las crueldades del mundo, brillando con pura…
inocencia. ¿Cómo sería, se preguntaba, ser amada sin condiciones, estar protegida en los brazos de sus padres? ¿Era como la protección que Bethel le había brindado una vez?
De sus padres adoptivos solo había sentido un calor fugaz. Le resultaba casi imposible imaginar lo que significaba ser verdaderamente adorada por sus padres biológicos. Quizás debería buscar a su familia de sangre. Sin embargo, un miedo punzante se arraigó en su corazón. ¿Y si la habían abandonado? ¿No sería la verdad más dolorosa que la incertidumbre?
Anhelaba tener una familia, pero sus propios miedos la encadenaban. Ese temor silencioso estaba enterrado en lo más profundo de su corazón, sin permitirle nunca salir a la superficie.
Mientras esos pensamientos se arremolinaban en su mente, sus párpados se volvieron pesados y se sumió en el sueño, soñando con unos padres que nunca había conocido. En su sueño, volvía a ser una niña, con el rostro iluminado por una sonrisa inocente y despreocupada. Estaba sentada en un columpio, riendo como campanas de plata, con sus padres de pie a su lado. Sus rostros estaban borrosos, pero ella sabía, con una certeza más allá de la razón, que le sonreían con cariño y amor.
Era un sueño tan tierno, tan hermoso, que ella deseaba no despertar nunca. Dylan abrió lentamente los ojos y la vio acostada tranquilamente a su lado. Su rostro estaba sereno, sus labios esbozaban una delicada sonrisa que expresaba alegría. Levantó la mano hacia ella, pero dudó y luego la retiró. Debía de estar teniendo un sueño maravilloso y feliz, y él no quería molestarla.
En cambio, silenciosamente la dejó aferrarse a ese hermoso sueño. Por el resto de su vida, la protegería, asegurándose de que siguiera siendo tan feliz y de que nunca más volviera a sufrir dolor.
Dylan yacía tranquilamente de lado, con los ojos fijos en su rostro sereno. Ese momento, esa frágil y perfecta quietud, le parecía sagrado. Y deseaba, con todo su ser, que todos los días del futuro comenzaran con Christina a su lado. Incluso en la muerte, esperaba descansar eternamente junto a ella.
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Tres días después, en el mejor hospital de Lorbridge, Doris susurró, con una voz tan baja que solo Lauretta podía oírla: «Lauretta, ¿estás segura de que es King quien va a realizar la operación?».
Era una operación importante y, si alguien se hacía pasar por King, Aldred podría no salir vivo de la mesa de operaciones.
«Mamá, aunque no confíes en mí, seguro que confías en el Dr. Emmett, ¿no? Con su equipo, todo irá bien», le aseguró Lauretta en voz baja.
Al principio, el plan era que Calvin realizara la cirugía. Pero si King era quien operaba, las posibilidades de éxito aumentarían considerablemente.
Por eso, cuando Christina quiso hablar con King sobre el estado de Chloe, Lauretta le rogó que le preguntara si estaría dispuesto a operar a Aldred.
Para sorpresa de Lauretta, King había aceptado. Lauretta estaba encantada, aunque no reveló que la influencia de Christina había sido clave para convencer a King.
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