De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1073
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Capítulo 1073:
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Judd captó rápidamente la indirecta y se volvió hacia Christina, sonriendo mientras intervenía: «Señorita Jones, todos estos hombres son figuras influyentes. ¿Por qué no brinda en su honor?».
En opinión de Judd, todo el mundo se alimentaba de la vanidad, y ninguna mujer podía resistirse cuando lo que estaba en juego brillaba lo suficiente. Se negaba a creer que la promesa de miles de millones no la convencería.
Pero Christina sabía exactamente a qué estaban jugando. Bajó la voz, sensual y seductora. «Dado que todos ustedes son peces gordos, un simple brindis no será suficiente. Permítanme el honor de darles de comer a cada uno de ustedes personalmente».
Esa era la respuesta que estaban esperando, y sus burdas sonrisas se ampliaron, sin apenas ocultar su deseo.
Christina tomó una copa de vino tinto de la mano del hombre que estaba junto a Judd. Sonriéndole cálidamente, deslizó el veneno en su bebida con tanta discreción y precisión que nadie se dio cuenta.
Todas las miradas se fijaron en su rostro radiante y sus movimientos hipnóticos. Ninguno de ellos prestó atención a sus manos.
El veneno se disolvió al instante en el vino, sin dejar rastro, y su rápido y experto juego de manos fue imposible de detectar.
Christina era más que una hábil jugadora: era una maestra tanto en medicina como en venenos. Ya fuera que decidiera matar o dejar a un alma deseando la muerte, todo dependía de su capricho.
Estos hombres tenían un historial de drogar a aquellos en los que habían puesto sus ojos, así que decidió darles una dosis de su propia medicina, asegurándose de que sufrieran por el resto de sus vidas.
Su deseo los abrumaba, con los ojos vidriosos mientras la devoraban con la mirada, sus expresiones llenas de lujuria. Anhelaban un mundo sin testigos, donde pudieran hacer con ella lo que quisieran.
Uno por uno, Christina les dio de beber, cada copa mezclada con veneno.
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Cada vez que uno de ellos intentaba agarrarle la muñeca, ella se esquivaba con gracia y sin esfuerzo, como el mercurio que se desliza entre los dedos.
Sin embargo, sus evasivas solo aumentaban su frenesí: sus sonrisas burlonas, sus miradas cargadas de seducción, les hacían desearla aún más.
Tras haberlos envenenado con éxito, Christina perdió todo interés en continuar con la farsa. La seducción de sus ojos se desvaneció y su aura se volvió fría y distante. «Disculpen, caballeros», dijo con frialdad, decidida a marcharse.
Pero en cuanto se movió, los hombres le bloquearon instintivamente el paso, negándose a dejarla marchar.
Todos ellos estaban desconcertados. ¿Cómo podía alguien cambiar tan repentinamente, de forma tan drástica? Hacía solo unos instantes, aquella belleza rebosaba encanto; ahora se mostraba fría y distante.
Miraron a Christina con confusión, con el rostro desprovisto de toda expresión, incapaces de entender el cambio que se producía ante sus ojos. ¿La habían ofendido de alguna manera? Sin embargo, cuando lo pensaron detenidamente, ninguno de ellos recordaba haber hecho nada malo.
—Señorita Jones, ¿adónde se dirige? —preguntó Judd, esbozando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
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