De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1071
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Capítulo 1071:
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Mientras Judd obedientemente daba un sorbo, Christina sonrió con astuta satisfacción, entrecerrando los ojos como un gato que ha acorralado a su presa. Esa noche, se aseguraría de que todos ellos enfrentaran un destino peor que la muerte.
«¿Por qué dudas? ¿No soy lo suficientemente presentable para tus amigos?», preguntó Christina con una voz melosa, suave, tentadora e imposible de resistir.
El sonido de sus palabras hizo temblar el pecho de Judd, cuyo corazón se aceleró y sus pensamientos se volvieron confusos. Su tono transmitía una silenciosa reivindicación, como si ella le perteneciera solo a él, intocable para cualquier otra persona.
—¿Cómo podría ser eso? —respondió Judd rápidamente, tratando de tomar su mano, pero ella la esquivó con gracia y sin esfuerzo.
—Eres insufrible. ¿Por qué siempre tienes tanta prisa? —bromeó Christina, con un tono y un comportamiento juguetones muy diferentes a los que solía mostrar al mundo.
Al principio, Judd sintió una punzada de irritación por su evasiva, pero esa fugaz molestia se desvaneció al instante bajo el hechizo de su voz encantadora y aterciopelada. Al captar su mirada coqueta, tomó obedientemente la copa de vino que ella le ofrecía.
La espera le resultaba insoportable a Judd: lo único que deseaba era alejarla de la boda y perderse en una noche de indulgencia imprudente. Sin embargo, si la belleza que tenía ante sí deseaba alargar las cosas, apretaría los dientes y seguiría desempeñando el papel de caballero un poco más.
—Señorita Jones, por favor —dijo Judd, exagerando la cortesía de su gesto como si le estuviera haciendo una invitación formal.
No se dio cuenta de que, siguiendo a Christina, su presencia parecía reducirse a la de un sirviente ante su imponente porte.
Los labios de Christina se curvaron ligeramente, sus ojos sonreían, pero con un toque de frialdad, mientras miraban a los ruidosos amigos de Judd. Ninguno de ellos escaparía a su miserable destino.
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Reprimiendo el impulso de poner los ojos en blanco, Christina les guiñó un ojo a los amigos de Judd antes de bajar la mirada, ocultando su expresión con una sonrisa tímida y delicada. Para esos hombres, ella parecía increíblemente elegante y seductora, la mezcla perfecta de tentación e inocencia, una rareza deslumbrante. Cada uno de sus sutiles gestos les llegaba al corazón, y el arrepentimiento los atravesaba al recordar la apuesta. Si hubieran sabido que podía ser tan seductora, tan fácil de encantar, nunca habrían dejado que Judd se le acercara primero. Ahora la victoria pertenecía a Judd: había ganado a la belleza por una noche y, junto con ella, la promesa de lucrativos proyectos. Qué envidiable, sin duda.
Antes, cuando los compinches de Judd la habían visto sola, parecía distante, intocable y orgullosa, pero en un abrir y cerrar de ojos se había transformado en una visión seductora. Lo que la hacía aún más cautivadora era la elegancia natural que desprendía, velada por el misterio, que no hacía más que aumentar su encanto. Era la fusión perfecta entre la tentación sensual y el encanto inocente, una combinación que la hacía absolutamente irresistible.
Judd se hinchó de orgullo al presentar a Christina a sus compañeros. «Esta es la señorita Jones», declaró con suavidad.
Se aferró a su papel de caballero refinado, aunque cada fibra de su ser ardía con el deseo de rodearla con el brazo por la cintura.
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