De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1036
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Capítulo 1036:
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Cada sílaba se deslizó dentro de Finlay, provocándole violentos escalofríos de terror que le recorrían la espina dorsal. ¡El hombre que tenía delante era la encarnación del mal!
«¡NO! Por favor… ¡Mátame! Mátame…».
Finlay gritó aterrorizado, temblando tan violentamente que se orinó, con los labios pronunciando súplicas desesperadas sin pausa. «¡Perdóname! ¡Perdóname! Sé que me equivoqué, ¡de verdad sé que me equivoqué! Merezco morir por tocarla. Solo mátame. ¡Mátame!».
La muerte en sí misma aterrorizaba menos a Finlay que la idea de ser desollado vivo, pedazo a pedazo, de forma agonizante. No era de extrañar que la gente temblara con solo ver a este hombre; ¡no era más que un demonio con forma humana!
Nunca en su vida Finlay había rezado por la muerte con tanta urgencia como ahora. Cuanto más vívidamente imaginaba lo que le esperaba, más profundo era su terror. Alguien se acercó, con una daga reluciente en la mano. Los ojos de Finlay se abrieron impotentes cuando le cortaron un trozo de carne del brazo.
Finlay gritó, un grito desgarrador y agudo, empapado de agonía y desesperación.
Terrence le lanzó a Finlay una mirada fría y despectiva, luego encendió un mechero y un cigarro, exhalando perezosos anillos de humo mientras se alejaba sin volverse ni una sola vez.
A sus espaldas, los gritos de dolor y las súplicas frenéticas de Finlay resonaron como una maldición, y luego se fueron apagando lentamente en la distancia. Por fin, se desvanecieron en el silencio.
La alta figura de Terrence se hundió en el asiento trasero de un Rolls-Royce Cullinan, cuyo motor rugió antes de que el coche se alejara. No toleraría que nadie conspirara contra su mujer. ¡Nunca!
Los ojos azules de Terrence brillaban con el frío de un lago helado, su presencia impregnada de un aura letal que se aferraba a él como una segunda piel. La imagen de Christina, arriesgándolo todo por Dylan, destelló como fuego en su mente, y apretó los puños con fuerza. El aire se espesó con la amenaza, el peligro irradiando hacia afuera mientras una ola desenfrenada de intención asesina brotaba de él.
Al día siguiente, la noticia de la quiebra del Grupo Pérez estalló en los titulares, y Finlay, el hombre al frente de la empresa, había desaparecido sin dejar rastro. Las especulaciones se multiplicaban sin cesar en Internet, pero pocos se atrevían a imaginar que ya pudiera estar muerto.
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Cuando Christina se enteró de la noticia, frunció ligeramente el ceño, inquieta. Su mente evocó al instante el rostro peligrosamente cautivador de Terrence, esos penetrantes ojos azules capaces de atrapar a cualquiera, tan magnéticos como peligrosos.
En el fondo, estaba casi segura de que todo esto tenía la huella de Terrence. Dylan no estaba en condiciones de orquestar algo así; todavía se veía afectado por su pérdida de memoria.
Ella tenía la intención de enfrentarse ella misma a quien tramaba su muerte, pero nunca esperó que Terrence atacara con tanta rapidez.
La familia Pérez gozaba de cierta fama en Lorbridge, pero nunca se la había considerado una de las dinastías adineradas y arraigadas de la ciudad. Su colapso repentino no sorprendió a nadie; la mayoría asumió que habían enfadado a la persona equivocada. A partir de ese momento, el Grupo Pérez de Finlay desapareció por completo del mapa de Lorbridge.
«¿En qué piensas, Chrissie?».
Dylan murmuró, echando un vistazo a su teléfono desbloqueado. Sus agudos ojos captaron el artículo sobre el Grupo Pérez y exhaló en silencio un suspiro de alivio. Le había preocupado que Brendon se hubiera puesto en contacto con ella, causándole distracción.
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