De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1035
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Capítulo 1035:
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«Se podría describir así».
Terrence arqueó las cejas y esbozó una sonrisa de satisfacción. «Pero prefiero que me reconozcan como su hombre».
Entonces, su tono cambió. Cada sílaba transmitía una amenaza gélida. «No me importa que intentaras acabar con la vida de Dylan, pero atreverte a ponerle la mano encima a mi amada es imperdonable».
Mientras esas palabras salían de sus labios, una daga se clavó en el muslo de Finlay.
«¡Ah!».
Finlay gritó, retorciéndose de dolor, invadido por el terror ante la sombra de la muerte. Anhelaba escapar, pero las cuerdas le ataban con fuerza a la sólida silla, dejándolo indefenso.
Los ojos de Terrence eran crueles e inflexibles, y una risa siniestra se escapó de sus labios mientras extendía la mano hacia su subordinado.
El subordinado le presentó obedientemente otra daga.
Terrence jugueteó con la hoja distraídamente, sin perder nunca esa monstruosa sonrisa. Cuanto más sonreía, más aterrador parecía, con una mirada que se hundía en una brutalidad cada vez más profunda.
Terrence se burló: «El impostor que contrataste tuvo más suerte; su final fue más rápido».
Con eso, otra daga se clavó en el muslo de Finlay.
«¡Ah!».
Finlay volvió a gritar, con el rostro retorcido y enrojecido, y el cuerpo convulsionando levemente. La figura que tenía ante él lo sumió en un terror absoluto.
Finlay se arrepintió al instante de haber organizado aquel maldito incidente. Sin embargo, por lo que había descubierto sobre Christina, aparte de su posición y sus títulos, parecía carecer de cualidades destacables. Por eso no dudó en atentar contra su vida.
«¡Me equivoqué! Por favor, ten piedad esta vez. Juro que no volveré a cometer ese error. Haré todo lo posible para expiar lo que le hice a tu mujer».
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Finlay suplicó, con lágrimas corriendo por su rostro.
«¡Las disculpas ya no sirven de nada!».
La siniestra mirada de Terrence se entrecerró, y una cruel sonrisa se dibujó en sus labios. «En el momento en que tramaste contra ella, tu vida ya estaba perdida».
Otra daga se clavó en el muslo de Finlay, seguida de un golpe tras otro, hasta que la extremidad quedó acribillada de heridas sangrantes.
Los gritos de Finlay rasgaron el aire y, cada vez que su cuerpo caía inconsciente, lo despertaban a la fuerza para seguir atormentándolo. Pensó que esos castigos superaban toda crueldad. Ese hombre parecía decidido a atravesar su cuerpo con acero, una barbaridad más allá de lo imaginable.
Pero Finlay estaba muy equivocado; estos tormentos eran solo el comienzo de Terrence.
Terrence dio una patada a Finlay, tirándolo con la silla, y luego le pisó la cara sin piedad con el talón.
El rostro de Finlay palpitaba de dolor, su respiración se acortó; cada movimiento frenético solo se encontraba con un aplastamiento más fuerte. Justo cuando la asfixia parecía segura, la presión se alivió de repente, concediéndole un fugaz respiro.
Finlay respiró entrecortadamente, como si la vida misma hubiera sido forzada a volver a sus pulmones, como si hubiera nacido de nuevo.
Sin embargo, en el siguiente latido, una voz lo lanzó directamente a una pesadilla viviente. «Despelleja su carne, hueso a hueso».
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