De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 1021
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Capítulo 1021:
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La sangre manchaba el rostro de Dylan, que fruncía el ceño de dolor. Abrió los ojos con fuerza, desesperado por ver a Christina por última vez. Pero su figura ya no estaba a la vista.
Una leve sonrisa se dibujó en sus labios mientras las lágrimas resbalaban por sus ojos oscuros. Si moría ahora, sería con el corazón lleno de remordimientos.
Justo cuando sus párpados comenzaron a cerrarse, pesados por el inmenso remordimiento, una figura se precipitó hacia su visión cada vez más borrosa.
Dylan parpadeó. Una figura familiar se acercaba corriendo desde la distancia, borrosa, pero imposible de confundir. Era Christina. ¿Cómo… cómo había vuelto? ¿Era realmente ella? ¿O era su mente la que le hacía ver ilusiones en sus últimos momentos?
Dylan ya no podía distinguirlo. Sus oídos seguían zumbando sin cesar, amortiguando todos los sonidos a su alrededor. A través de la neblina, creyó ver a Christina golpeando la ventanilla del coche, con los puños frenéticos mientras intentaba romperla.
Su visión se nubló, pero luchó por aferrarse a la conciencia, desesperado por fijar la mirada en ella un poco más. Su rostro estaba marcado por el miedo, sus labios se movían con urgencia como si estuviera gritando algo. Dylan se esforzó por escuchar y, por fin, le llegaron algunos fragmentos.
«¡Aguanta, Dylan! ¡Tienes que quedarte conmigo! ¡Estoy aquí, te sacaré! ¡No te atrevas a rendirte! ¿Me oyes? ¡No puedes morir!».
La voz de Christina atravesó el zumbido y le llegó directamente a los oídos.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Dylan. No moriría, al menos no todavía. No hasta que oyera su respuesta. Luchó por permanecer despierto, aferrándose a los hilos de la conciencia. Pero al final, sus fuerzas le fallaron y la oscuridad lo sumergió. Incluso mientras la conciencia se le escapaba, un pensamiento permaneció: ¿cuál sería la respuesta de Christina? El caos a su alrededor se convirtió en silencio cuando todo se volvió negro.
Momentos después, llegó la ambulancia y subieron a Dylan al interior. Christina, con la ropa manchada de sangre, subió tras él sin dudarlo. Durante toda la terrible experiencia, Christina no apartó los ojos de Dylan: su vida era lo único que importaba. Se olvidó por completo de la presencia de Terrence.
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Terrence permaneció donde estaba, a horcajadas sobre su pesada motocicleta, viendo cómo la ambulancia se alejaba en la distancia.
Desde el instante en que Christina corrió a salvar a Dylan, toda su atención se centró en él, sin siquiera mirar a Terrence.
Y Terrence hervía de ira por la injusticia. Él había sido el primero en acudir en su rescate. Entonces, ¿por qué ella no lo había mirado? ¿Era solo porque él no había resultado herido?
Terrence había oído sus gritos desesperados, prohibiendo a Dylan que muriera; había visto sus frenéticos esfuerzos por romper la ventanilla del coche, impulsada únicamente por salvar a Dylan. E incluso cuando se llevaron a Dylan en la ambulancia, ella no fue capaz de apartar la mirada. ¿Era Dylan quien más le importaba en su corazón?
Ese pensamiento encendió un fuego oscuro en Terrence: los celos y el odio se enroscaban cada vez más dentro de él. Quizás solo la muerte de Dylan haría que ella volviera a mirarlo. Apretó y aflojó los puños una y otra vez. Un día, juró, el corazón de Christina latiría solo por él. Por nadie más. ¡Por nadie!
En la salida principal del hipódromo, Brendon esperaba, con la paciencia agotándose: Christina aún no había aparecido. Frunció el ceño mientras su mirada recorría el interior una y otra vez. ¿Por qué no había salido?
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