De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 102
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 102:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Sinceramente, cuando recibió los resultados de las primeras pruebas, había considerado interrumpir el embarazo. Pero su determinación se tambaleó en el momento en que vio el pequeño y tembloroso latido en la ecografía. Sabía que no podía renunciar a su bebé.
La fuerza siempre había sido el sello distintivo de Lauretta: nunca había necesitado un marido, pero sabía que quería a ese bebé. La confianza en su capacidad para criar a un hijo por sí misma nunca flaqueó.
Sin embargo, su padre se mantuvo inflexible y la amenazó con repudiarla si se negaba a interrumpir el embarazo. Ante esa dura elección, se alejó de la familia Gómez sin mirar atrás.
Esos recuerdos le hicieron llorar mientras miraba con amor a su hijo, y las lágrimas resbalaban silenciosamente por sus mejillas. Extendió la mano y rodeó con delicadeza la diminuta mano de su hijo. Lamentaba no haber contactado con su familia en los últimos cinco años, pero no se arrepentía de haber tenido a su hijo.
Las palabras de Calvin resonaron en su mente, dándole fuerzas para exhalar profundamente y finalmente pulsar el botón de llamada al número de su padre.
El timbre llenó sus oídos y la incertidumbre se apoderó de ella, casi vaciló y colgó, con el dedo temblando sobre la pantalla. Pero antes de que pudiera actuar, la llamada se conectó.
—¿Hola? —Esa voz familiar crujió a través de la línea, más cansada y áspera por el paso del tiempo.
Lauretta sintió un nudo en la garganta y lágrimas calientes le corrían por las mejillas. Se tapó la boca con una mano temblorosa, ahogando los sollozos que amenazaban con escapar. De alguna manera, su padre, Aldred Gómez, intuyó que era ella. —¿Lauretta? ¿Eres tú?
Se oyeron ruidos de fondo: otra voz, suave y preocupada.
«¿Quién llama tan tarde, querida? Necesitas descansar. La operación es pronto, cuelga si no es importante».
Las lágrimas de Lauretta se hicieron más intensas, pero apretó los labios, decidida a permanecer en silencio y no dejar que su dolor se derramara. La voz de Aldred volvió a sonar, ahora más suave, teñida de esperanza. «Lauretta, ¿eres tú?».
La emoción finalmente abrumó a Lauretta y un sollozo se le escapó de los labios. Se oyó un crujido al otro lado de la línea: la voz de la madre de Lauretta resonó, temblorosa por la conmoción y la emoción. «¿Lauretta? ¿Eres tú, cariño? ¿Por fin ha llamado nuestra Lauretta?».
Las lágrimas ahogaron la voz de Lauretta mientras luchaba por responder. «Sí, soy yo. Lo siento mucho».
Sigue leyendo en ɴσνєℓα𝓼𝟜ƒα𝓷.𝒸ø𝓂 antes que nadie
El arrepentimiento pesaba en la respuesta de Aldred. «No, Lauretta, soy yo quien te debe una disculpa». Los sollozos interrumpieron las palabras de Lauretta, pero ella insistió: «No fue culpa tuya. Yo estaba siendo terca».
La urgencia se hizo patente cuando la madre de Lauretta, Doris Gómez, intervino con una pregunta entrecortada. «Lauretta, ¿dónde estás ahora? ¿Estás en Lorbridge?».
«No, estoy en Dorfield. Cuando Caspien se recupere, lo trasladaremos a un hospital en Lorbridge», respondió Lauretta, secándose las mejillas.
La sorpresa resonó al otro lado de la línea. «¿Caspien?».
«Sí», respondió Lauretta con suavidad. «Mi hijo se llama Caspien. Tu nieto».
.
.
.